Octubre nos recuerda la importancia de la concientización sobre el cáncer de mama, una enfermedad que sigue siendo la principal causa de muerte entre las mujeres en edad reproductiva en Chile, según el Ministerio de Salud. Esto se debe, en gran parte, a factores de riesgo como los antecedentes familiares o la exposición a radioterapia, que aumentan la probabilidad de desarrollar la enfermedad a edades más tempranas. Frente a esta situación, el Estado ha dado pasos importantes, como la inclusión del cáncer de mama en el Régimen de Garantías Explícitas en Salud (GES), lo que asegura a las mujeres acceso a mamografías preventivas y tratamiento integral, independientemente de su situación económica.
No obstante, pese a estos avances, persisten desafíos significativos que deben ser abordados para garantizar un acceso equitativo y oportuno a la prevención y tratamiento del cáncer de mama. Aunque se han establecido garantías explícitas en salud, el acceso real a estos servicios varía considerablemente según factores como el lugar de residencia y la capacidad del sistema público de salud para responder ante la creciente demanda.
Uno de los problemas más relevantes en Chile es la disparidad en la cobertura y los tiempos de espera en distintas regiones. En áreas urbanas, las mujeres tienen un acceso más eficiente a mamografías y atención especializada, mientras que en zonas rurales o menos desarrolladas enfrentan serias dificultades para acceder a centros de diagnóstico y tratamiento. Esta situación no solo retrasa la detección temprana, sino que también reduce las probabilidades de un tratamiento exitoso. Esta realidad está condicionada por dos factores clave: El estatus socioeconómico y el lugar de residencia. Según el estudio Fondecyt 1190874/2023 de la Universidad Alberto Hurtado, aquellos territorios más alejados de centros médicos presentan menores niveles de acceso a atención hospitalaria, mientras que las zonas con mejor acceso suelen contar con hospitales de alta complejidad o clínicas privadas. Las diferencias territoriales, por tanto, son más marcadas en favor de las áreas con mayor estatus socioeconómico.
A esto se suma el hecho de que, aunque el GES garantiza el acceso a la mamografía para mujeres entre los 50 y 69 años, es crucial preguntarse qué sucede con aquellas que, por antecedentes familiares o condiciones genéticas, necesitan iniciar sus exámenes preventivos antes de esa edad. Es importante destacar que la sospecha de cáncer de mama puede surgir desde los 15 años, especialmente en casos donde existen antecedentes familiares o factores de riesgo específicos. Estas brechas nos indican que, aunque el Estado ha abordado una parte significativa del problema, es necesario ampliar los programas de prevención y adaptarlos para incluir a mujeres más jóvenes, lo que permitiría una detección más oportuna y salvaría más vidas.
Además de la cobertura estatal, hay una tarea pendiente en términos de educación y empoderamiento de la población. Muchas mujeres aún desconocen los signos de alerta temprana del cáncer de mama y la importancia del autoexamen mensual. Aquí es donde la educación para la salud juega un rol clave: no solo para enseñar a las mujeres cómo realizarse un autoexamen, sino también para fomentar una responsabilidad colectiva en la detección precoz y la prevención.
Sin embargo, el autocuidado no es suficiente si las condiciones sociales y económicas limitan el acceso a los servicios de salud. Aunque el Estado ha avanzado en garantizar la cobertura del cáncer de mama, es esencial que la sociedad, las instituciones y las comunidades trabajen en conjunto para derribar las barreras que aún persisten.
El camino hacia la equidad en la atención del cáncer de mama en Chile sigue presentando desafíos importantes. Es necesario continuar fortaleciendo los recursos destinados a la salud pública, reducir los tiempos de espera en los diagnósticos y asegurar que todas las mujeres, sin importar su lugar de residencia, tengan igual acceso a los tratamientos. Si bien la inversión estatal es fundamental, también lo es la sensibilización continua sobre la importancia de la detección temprana y el autocuidado.
Finalmente, el mes de octubre nos recuerda que la lucha contra el cáncer de mama no es solo una cuestión individual, sino un esfuerzo colectivo que involucra al Estado, la sociedad civil y cada una de nosotras. Sigamos avanzando, sin perder de vista las brechas que aún debemos cerrar.
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