La Cuenta Pública del presidente Sebastián Piñera frente al Congreso Nacional no solo implicó el tradicional debate entre el oficialismo y la oposición sobre los anuncios que fueron, los que debieron ser y los que no fueron, sino también fue una “sorpresa” con respecto al anuncio de la política para el fortalecimiento de la Atención Primaria de Salud (APS): la creación de una nueva especialidad médica para el ejercicio médico en la APS.
Lamentablemente, el equipo de asesoras y asesores del presidente Piñera fallaron, nuevamente, en no advertir al Presidente que Chile cuenta con la Especialidad de Medicina Familiar que, como especialidad primaria reconocida por la Corporación Nacional Autónoma de Acreditación de Especialidades Médicas (CONACEM), acredita a las/los profesionales médicos en conformidad con los requisitos que dicha Corporación establece.
Siendo la especialidad médica en comento, la que centra todos sus esfuerzos en la APS.
Más aún, en las últimas décadas, prestigiosas casa de estudios superiores han desarrollado programas de Especialidad en Medicina Familiar: Universidad de Chile, Universidad Católica, Universidad de Valparaíso, Universidad de Concepción, Universidad Austral de Chile y la Universidad de la Frontera.
Lo anterior implicó declaraciones públicas de la Sociedad Chilena de Medicina Familiar, la Universidad de Chile y la Universidad Católica de Chile, con respecto al desconocimiento de las nuevas autoridades en relación a la trayectoria de la Especialidad en Medicina Familiar como la especialidad médica de la APS en Chile, la cual se encuentra presente en la provisión pública de salud con más de seiscientos especialistas a lo largo del país.
A lo anterior, se sumó la triste declaración del presidente Piñera sobre la APS como un nivel de atención en donde “lo único que hacen es darle un par de aspirinas y referirlo a un especialista”.
Este tipo de declaraciones solo contribuyen al menoscabo de la investidura presidencial, en un país en donde existe una importante desafección por la política y sus instituciones. Más aún, el Presidente incurre en una descalificación ad hominem hacia los equipos de APS.
No obstante, la declaración del presidente Piñera no debería sorprender a la opinión pública. Detrás de la propuesta subyace una forma de ver la APS como parte de nuestro sistema de protección social en salud, un gestor de la demanda hacia los hospitales. Una APS que continúe centrada en la enfermedad y no así en la salud. En donde la promoción de la salud con enfoque familiar se desplace en beneficio de la contención de la demanda hospitalaria.
Asimismo, el desconocimiento de la APS como la verdadera alta complejidad de nuestro sistema de salud es la mayor barrera sociocultural para su fortalecimiento, la cual ha sido perpetuada por el discurso político centrado en la construcción de más hospitales como la única vía de solución para la salud de nuestras(os) compatriotas.
Cuando una llega a un hospital, es porque ya es demasiado tarde, uno ya enfermó. En los hospitales, los equipos cuentan con tecnologías diagnósticas y terapéuticas que permiten tomar las mejores decisiones clínicas para la recuperación y rehabilitación de las personas.
En las antípodas, las decisiones clínicas son mucho más complejas en la APS. Las determinantes sociales como vivienda y urbanismo, seguridad pública, educación, transporte, trabajo, condiciones socioeconómicas, culturales y ambientales, entre otras, impactan en los resultados de salud de la población.
Más aún, estas determinantes sociales no están bajo el control de los equipos que implementan el Modelo de Atención Integral en Salud. Tanto el médico como los equipos de familia, lidian todos los días con dicha complejidad social y cultural.
Para continuar fortaleciendo la APS, se requieren más especialistas en medicina familiar, junto a equipos multidisciplinarios que también estén entrenados en la complejidad inherente a la salud familiar y comunitaria.
El avance en infraestructura para la atención primaria en el gobierno de la ex Presidenta Bachelet le entregó dignidad a las/los usuarias(os) y a los equipos. Ahora llegó el momento de redirigir los incentivos financieros medibles en el número de familias y comunidades saludables. Asimismo, atraer, distribuir y retener a las/los profesionales y técnicos para honrar la APS integral que en 1978 la Conferencia International sobre Atención Primaria de Salud plasmó en la Declaración de Alma-Ata (Ex Unión Soviética).
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