A estas alturas, es evidente la urgencia de aprobar la ley corta en trámite en el Senado y que su aprobación no es suficiente para resolver las urgencias del corto plazo en salud. Dada esta afirmación, más obvia que la cordillera, es momento de más allá de declaraciones tremendistas y representativas de los intereses en juego, sincerar cuáles son los elementos esenciales para una negociación exitosa que ponga en el centro a las personas y transparente los escenarios posibles con frio pragmatismo.
Es un hecho que las isapre deberán cumplir con los fallos y que nadie quiere un desplome de éstas, que pudiera afectar a las personas. Independiente del monto de la deuda que se fije y de las herramientas que se diseñen para cumplir con el fallo, las isapre deberán subir el valor de los precios base a objeto sobrevivir y pagar, ya que los muertos no son sujetos de acreencias. En simple, sea lo que sea que se decida en la ley corta, las isapres -asunto que habrá que resolver en el más corto plazo- se verán obligadas a sostenerse exclusivamente para el sector de la población que pueda pagar las primas que resulten de dichos arreglos, lo que obliga además a que estas cambien su modelo de negocio.
Lo anterior exige de una ley complementaria, que posibilite a las aseguradoras privadas poner fin a las discriminaciones por sexo y edad, con un sistema de compensación de riesgo, y modificar sus mecanismos de pago a los prestadores. En suma, junto a la ley corta se debe presentar otro proyecto de ley que posibilite un espacio transicional razonable y prudente. La oposición debe aceptar un Fonasa que sea atractivo para las clases medias acostumbradas a utilizar la modalidad de libre elección con buenos seguros complementarios, colaborar en la instalación unánimemente celebrada de una atención primaria universal y reconocer definitivamente que las isapres tal como están no tienen remedio.
Mientras que el oficialismo deberá aceptar la necesidad de una transición con un nuevo sistema asegurador privado para cerca de un 10% de la población que siga las reglas de la seguridad social en salud. Lo anterior da espacio y tiempo para consensuar reformas de más largo plazo, en sintonía con lo que han propuesto recientemente tanto diversos expertos como exministras y exministros de salud de distinto pensamiento. Llegó la hora de pensar en grande y sentarse a negociar.
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