La ley corta trajo consigo, en algún sentido, el fortalecimiento de la modalidad de libre elección de Fonasa, a través de una cobertura complementaria (MCC). Interesante fenómeno en atención a que dicha modalidad había estado, en algún momento, en la guillotina sanitaria. La noticia sería buena no solo para facilitar la operación rescate de los beneficiarios que salgan de las isapre, sino que lo es particularmente para quienes ya están en el Fonasa y desean huir de las listas de espera. Esta noticia sí me alegra. Solo cabe advertir que, como todas las cosas en la vida, esta mejora no ha de ser gratis.
En efecto, respecto del consumo de determinados bienes, cuando el precio se reduce, el consumo aumenta. Esto ocurre también en salud, salvo para el caso de la demanda por servicios de emergencia o de determinados procedimientos terapéuticos o cirugías que son únicos en la vida -una persona no ha de operarse dos veces de la vesícula, por ejemplo-. Lo que se afirma antes se cumple en el sector de la salud para prestaciones ambulatorias de bajo costo unitario, como consultas y exámenes, cuyo consumo es normalmente voluminoso.
Es interesante observar cómo a lo largo del tiempo la frecuencia de uso de este tipo de prestaciones dentro del sistema isapre tendió al alza, producto de la buena cobertura que tales servicios han tenido en los planes de salud desde sus inicios. La gente descubrió que consultar era relativamente barato. En el caso de la modalidad de libre elección de Fonasa (MLE) ha sido más difícil apreciar y juzgar la existencia de un fenómeno como éste, pues la frecuencia se ha movido al alza muy levemente producto de quienes migran a esa modalidad desde la lista de espera de especialidades, que es de gran tamaño. En este caso el fenómeno ha estado, sin embargo, contenido -palabra de actualidad- porque las bonificaciones son mucho menores que en las isapre, es decir el precio a pagar es mayor. Habida cuenta de lo anterior, en el último tiempo se han agregado seguros complementarios que habrían facilitado el uso de esta modalidad para los beneficiarios de Fonasa por aumento de la bonificación (la base más el seguro) y la consecuente reducción de los copagos. Pero esto último no está dimensionado a público.
Mientras tanto, algunos técnicos han puesto en duda la fórmula que se utilizará para compatibilizar un seguro complementario voluntario masivo para los beneficiarios de Fonasa, con la idea de que no incluya pre-existencias y que tenga tarifa plana (MCC). Los pájaros de mal agüero han señalado que tal cosa es imposible o que conducirá a una solución pobre desde la perspectiva de la bonificación y cara desde la perspectiva de sus costos, precio que las personas habrán de pagar directamente. Por el contrario, el director de Fonasa ha declarado con energía y entusiasmo que tal solución sí será efectiva, que no se cumplirán las predicciones pesimistas y que se está trabajando en eso con mucha intensidad. Pero dejemos eso atrás y volvamos a la idea que veníamos desarrollando.
No he escuchado a las autoridades preocupadas de la política fiscal y del gasto público hacer referencia a la materia. Quizás tenga que ver con que Fonasa ha de privilegiar la cobertura de la atención cerrada, menos elástica y mantener los precios (copagos) de la atención ambulatoria. Porque si la hipótesis económica planteada antes es correcta -y no me obliguen a citar bibliografía-, la MCC sí debería asociarse a un incremento del consumo de las prestaciones más elásticas, ya descritas, si su precio disminuye. Es decir, la cantidad de servicios consumidos -consultas, exámenes de laboratorio y variados procedimientos- debería aumentar, pues se esperaría que las personas recurran con mayor frecuencia al especialista, ahora que el precio de hacerlo, por efecto de la contribución del seguro, sería menor.
El consumo que realice la población nueva del Fonasa estará compensado por la captura de una masa de cotizaciones asociadas a tales nuevos beneficiarios, entonces lo descrito aplica a la población beneficiaria antigua que opte por la cobertura que se ofrezca (MCC) sin haber tenido antes cobertura complementaria por el estilo. Sería esperable que en este caso se produzca un mayor gasto por uso de la MLE, que está a la base, en estas condiciones de mayor cobertura y menor precio, si fuese el caso de las prestaciones ambulatorias. Es decir, si las cosas funcionan como nos ha señalado el director de Fonasa -no los pájaros de mal agüero- y la MCC tuviese buena cobertura ambulatoria, se esperaría un flujo importante de beneficiarios antiguos desde el uso de la modalidad de atención institucional (la red pública, la MAI, la lista de espera) hacia el uso de la MLE por haber abierto el tamaño de la válvula de escape. La "olla a presión" de las listas de espera potenciaría el efecto de mayor consumo por razones de menor precio en las familias. Entonces en la MAI tal vez se reduzcan las listas de espera, por cierto, pero no hemos sabido de estimaciones de mayor gasto. Entonces, habría un impacto fiscal que no hemos conocido. Salvo que en el diseño Fonasa lo tenga controlado.
Visto así, puedo decir que estoy feliz por lo que esta idea podría significar para los beneficiarios de Fonasa, los antiguos, los que están en el atasco de las listas de espera, pero hay un trade off entre esta beneficiosa idea y la necesidad de controlar el impacto fiscal. Me gustaría saber si un efecto neto como el descrito estará bien estimado. Por esa razón finalmente he decidido guardar, por lo pronto, los globos y serpentinas en sus respectivas cajas, hasta que se vayan aclarando mejor las cosas.
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