"Les propongo que todos nos comprometamos a apoyar un plan de fortalecimiento de la salud mental: Por cada peso que se gasta en salud tradicional haya un equivalente porcentual en materia de salud mental".
Con esas palabras, el candidato presidencial de Apruebo Dignidad, Gabriel Boric, expuso una de las debilidades más grandes que tenemos en nuestro país: la salud mental.
El Covid-19 colapsó el sistema sanitario y la atención de salud mental se paralizó. La pandemia trajo consigo un terremoto de emociones, sacó a flote miles de dolores y muchas personas se vieron (y ven) enfrentadas a duelos que no pueden vivirse en su plenitud para sanar en paz las muertes de los seres queridos.
Estigmas, discriminaciones y deshonra son algunos de los arquetipos con los que la sociedad asocia a quienes enfrentan episodios o netamente enfermedades como la depresión, ansiedad, trastornos bipolares, del sueño, disociativos, post traumáticos, neurodesarrollo, alimenticios, abuso de sustancias y más. Ni hablar de las personas que viven con patologías como la esquizofrenia o son diagnosticados con sociopatía o psicopatía.
La solución es urgente y sus beneficios son claros: un país que se preocupa de la salud mental de sus habitantes es un mejor lugar para vivir.
¿Cuándo te rompes un brazo te quedas sin hacer nada? No. Vas al doctor y te dan un tratamiento para recuperarte y estar mejor. ¿Cuándo tienes una enfermedad crónica te quedas sin hacer nada? No. Vas al doctor y te dan un tratamiento para vivir de la mejor forma posible aún con las dificultades propias. Entonces, ¿Por qué cuando presentamos problemas de salud mental no normalizamos y promovemos el acceso a la atención profesional?
Cada 10 de octubre se conmemora el Día de la Salud Mental, con el objetivo de recordar, en todo el mundo, la importancia de cuidar la mente y alma de todas las personas. La iniciativa, promovida por la Federación Mundial para la Salud Mental y la Organización Mundial de la Salud, surgió hace 26 años atrás, en 1995. Lamentablemente, las cosas no han cambiado ni mejorado hasta el día de hoy.
Según datos del Departamento de Estadísticas e Información de Salud (DEIS) del Ministerio de Salud (Minsal), al año se suicidan en promedio 1.800 personas. En 2019, antes de la pandemia, y en marco del Día de la Salud Mental, el Minsal indicó que más de 220 mil chilenos sobre los 18 años han planificado su suicidio y más de 100 mil reconoce que intentó quitarse la vida. Los datos son de la Encuesta Nacional de Salud (ENS 2016/2017). Del mismo modo, un estudio de la Organización Mundial de la Salud (OMS, 2016) colocó a Chile entre los países con mayor carga de morbilidad por enfermedades psiquiátricas (23,2%) en el mundo.
La depresión mayor y los trastornos por consumo de alcohol ocupan el primer y segundo lugar en las discapacidades atribuidas entre adultos y casi un tercio de la población mayor de 15 años ha sufrido un trastorno psiquiátrico en su lapso de vida. Sólo el 38,5% de quienes han sido diagnosticados reciben algún tipo de servicio de salud mental, ya sea de un especialista o un médico de atención primaria. En niños y adolescentes, la prevalencia de cualquier trastorno psiquiátrico es de 22,5% (19,3% para niños y 25,8% para niñas). Estos trastornos son principalmente de ansiedad y disruptivos. No abordar la brecha de tratamiento en salud mental tiene serias implicaciones en la salud pública.
El acceso a la salud mental debe estar garantizado para todas, todos y todes, sin importar la clase social ni los ingresos mensuales. El adolescente que vive bajo un ambiente de violencia en Cerro Navia debe tener el mismo acceso a la salud mental que un joven de su misma edad con mejores recursos económicos. Los niños y niñas del Sename deben tener acceso integral a la salud mental, al igual que quienes cumplen condena en los centros penitenciarios del país y aquellos que estuvieron en prisión preventiva por error; salieron libres, sin culpa, pero con un daño que puede ser medianamente remediable si se trata a tiempo.
Es de suma importancia que las autoridades tomen el peso a las medidas para cuidar y atender la salud mental de niños, niñas, adolescentes, jóvenes, adultos y adultos mayores. Todos merecemos una vida digna, libre de dolor y de discriminaciones. Es de suma urgencia que los próximos gobernantes sean empáticos en comprender este debate. Es un desafío urgente para las nuevas autoridades y los candidatos y candidatas lo debemos asumir desde ahora.
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