La pandemia por Coronavirus se ha instalado en nuestro país y en el mundo con fuerza, causando un impacto sin precedentes. Muchos la han nombrado incluso una de las grandes plagas de la humanidad, asimilándola a grandes enfermedades infecciosas de altísima letalidad, como la peste negra y la influenza española entre otras.
Un evento de tales proporciones indudablemente trastoca de manera profunda todos los aspectos de la vida social y personal. Es así como hemos vistos cambios a nivel económico, de libertades personales, educativos, y en la primera línea, a nivel sanitario.
El personal de salud, tal y como está entrenado a hacer, se ha ocupado de manera rápida y prácticamente completa al manejo de la urgencia sanitaria, enfocando la mayoría de los recursos en contener, diagnosticar y manejar a los contagiados. Sin embargo, y con el paso de las semanas, empiezan a aflorar una serie de nuevas dificultades, efecto de esta crisis, en las problemáticas de salud ya existentes.
Uno de los temas relevantes que han aparecido recientemente, tiene que ver con las personas con demencia y el impacto que ha tenido esta crisis en ellos y sus cuidadores. Como en la mayoría de los ámbitos relacionados a este fenómeno, tenemos más preguntas que respuestas, sin embargo me parece fundamental no olvidar estos puntos.
Desde el punto de vista de las asistencias, las atenciones por coronavirus han ocupado la mayor parte del contingente de salud, dejando a las demencias en segundo plano. Esto ha generado que cientos de consultas ambulatorias, tanto de ingresos como de controles, hayan sido pospuestas de manera indefinida hasta que la crisis se resuelva, aumentando aún más la lista de espera de nuestros pacientes.
Si bien se ha intentado responder con el uso de la telemedicina, esta herramienta usualmente no logra dar respuesta a todas las necesidades del paciente.
Para las y los cuidadores de personas con demencias es un periodo especialmente complejo, ya que la cuarentena ha obligado a que tengan que enfrentarse el cuidado 24/7, sin tener la posibilidad de recibir apoyo o ayuda de otros familiares, teniendo que además enfrentar un posible aumento de la sintomatología conductual, como irritabilidad, deambulación o problemas de sueño.
Los equipos de salud han buscado contener y apoyar a sus cuidadores que suman la carga psicológica del cuidado a la de la pandemia en curso.
Junto con esto surgen también preguntas éticas para nada baladí. Es importante recordar también que la demencia se da principalmente en pacientes mayores, los que son además el grupo de mayor riesgo en esta pandemia puesto que el virus tiene una alta mortalidad en ellas y ellos.
Existe entonces el temor que nuestro familiar con demencia pueda contagiarse, no solo por la enfermedad misma, sino que porque hemos visto en los medios una selección al momento de realizar los tratamientos más invasivos en los cual es se prioriza a las personas jóvenes y de menos enfermedades crónicas.
Surge entonces el temor de que si mi familiar está enfermo no sólo va a tener un alto riesgo de fallecer por la enfermedad, sino que además puede ser que no sea candidato a recibir los tratamientos como ventilación mecánica.
Esta es una decisión médica compleja pero frecuente, en que en un contexto de recursos limitados el médico siempre busca priorizar al paciente que tenga mayor sobrevida posible. Sin embargo, la epidemia nos ha obligado a enfrentar y conocer esta realidad de manera mucho más frecuente e intensa que antes.
Finalmente, dado que los equipos médicos estamos conociendo recién esta enfermedad, desconocemos el impacto que tienen en los tratamientos de base de nuestros pacientes, su posible efecto a nivel cerebral o con otras enfermedades. Indudablemente es un camino que recién inicia.
Debemos entender como sociedad en general y como trabajadores de salud en particular, que esta pandemia no es algo qué vaya a pasar en pocas, semanas sino que probablemente cambiará nuestra vida y nuestra forma de enfrentar la salud y los cuidados de nuestros familiares de manera permanente. Debemos entonces estar preparados no sólo para responder ante la urgencia, sino que desde ya poner un ojo en el mediano y largo plazo.
Existen ya esfuerzos locales e internacionales en poder identificar las necesidades especiales de nuestros pacientes con demencia y sus cuidadores, buscando generar ayuda más concreta y util, luchando siempre por no olvidar a los que olvidan.
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