Chile, esta vez bajo una mirada griega

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Algunos amigos y lectores de la columna anterior sobre los epigramas del indio Mahatvira, me reprocharon lo que calificaron como pesimismo, negativismo, superficialismo, y otros ismos varios.

Pienso que mis críticos incurrieron en subjetivismo -aunque distinto del mío-, en híper criticismo y, lo que es peor, en “seriosismo”, pero acepté en buena medida sus reproches, los que procedí a transmitir a quien correspondía, esto es, Mahatvira.

El indio solamente reconoció que sus epigramas fueron algo superficiales y quizás poco filosóficos, pero, me dijo, si los chilenos quieren una opinión filosófica debieran recurrir a un griego, ya que ellos sí son filósofos – “y por eso están como están” agregó en voz baja, y volvió a surgir la sonrisa socarrona.

Entonces decidí explorar otra vez el espacio cibernético y encontré un artículo sobre Chile en una revista griega tan antigua que fue publicada en piedra -pero piedra de buena calidad, todavía legible.

La revista se intitula “Odeón” y el autor es un tal Anaxágoras, un pensador que se caracteriza por tratar de explicar todo mediante la atenta observación del mundo visible y exponer sus hallazgos filosóficos- tal y como Mahatvira-, por medio de epigramas.

A continuación transcribo algunos de los epigramas de Anaxágoras.

“Cualquiera que tenga canas es un fugitivo del camposanto”.

Este epigrama de Anaxágoras parecía referirse de manera sutil al siempre vigente y omnipresente conflicto generacional.

Me comuniqué con él y me explicó que los jóvenes de hoy jamás reconocen que ellos son los viejos del futuro y tienen un rechazo instintivo a los viejos de hoy, que serían quienes casi ya no tienen futuro.

Por cierto, siguió, los jóvenes chilenos manifiestan públicamente su aprecio a los años, a la experiencia, proclaman orgullosos su tolerancia a los viejos y su intención de no discriminar por edad.

Pero de hecho, en privado, dicen de ellos que “pasó la vieja”; lo cual es un craso error, anotó Anaxágoras, ya que el que pasó es el viejo puesto que las mujeres nunca, jamás, son viejas.

Por su parte los viejos respetan, admiran, más aún, envidian, a los jóvenes y los impulsan a hacer lo que ellos no pudieron o no supieron hacer.

Entonces, la gran mayoría de ellos no los enfrentan, no los desafían, no les comparten sus propias visiones y son a-críticos con los jóvenes, concluyó el griego.

“Somos razonables, pero se nos va a pasar”.

La mayoría de los chilenos tienden a ser razonables, me explicó Anáxagoras. Y continuó diciendo, me parece que ustedes son un pueblo que practica la sabiduría filosófica aristotélica, aquella que propone que en la moderación está la virtud y que con ella de acompañante es posible buscar y encontrar la buena vida.

Sin embargo, la razonabilidad se les pasa, cada cierto tiempo se les pasa, dijo un algo melancólico Anaxágoras; y sentenció: me temo que ese tiempo otra vez está llegando o quizás ya llegó, pero ojalá me equivoque.

“El dinero es más poderoso que el miedo, excepto por el miedo a no tenerlo”.

Si algo caracteriza a vuestro Chile es el predominio del dinero, del todo poderoso don dinero, dijo. Todo y todos dependen de él, sea que lo tengan o no pero el dinero es muy pero muy poderoso, más que el miedo.

Yo le dije, amigo Anaxágoras, no me explique algo tan obvio, así ha sido, así es y así será. Y el griego me respondió, es cierto, pero nadie lo reconoce abiertamente. Y me propuso un ejemplo: ¿no le parece evidente que los críticos del “modelo” cuestionan todo, salvo el dinero que ganan siendo críticos? Y enseguida sonrió, como sorprendido de su propia agudeza.

De otro lado, siguió, es cierto que el dinero es una fuerza poderosa, pero más poderoso aún es el miedo a no tener dinero o no tener suficiente o perder el que se tiene. Anota y piensa en eso me dijo, en tono solemne, Anaxágoras.

“Existo yo y solamente yo, ergo, existo”.

Anaxágoras se había volcado a asuntos filosóficos y confieso que este último epigrama me desconcertó. Era muy profundo, denso, “heavy”, como dicen los jóvenes hoy, creo.

No lo entendí en principio, pero Anaxágoras, con paciencia china – en su caso griega- me explicó que había llegado a la conclusión que el chileno medio siente y piensa que solamente existe él, sus derechos, necesidades, aspiraciones y expectativas.

Es cuestión de observar sus conductas –añadió- en que se detecta que, por regla general, cada chileno actúa como si los otros chilenos no existieran – salvo en ocasiones excepcionales, como la Teletón o un terremoto 8,5º Richter o más, dijo (y me sorprendió el grado de conocimiento que de Chile tenía Anaxágoras).

En fin, lamento informar que esta columna debe terminar aquí, algo abruptamente, por problemas de comunicación con Grecia.

Al concluir, advierto que he estado leyendo a algunos pensadores chinos pero las severas dificultades del idioma quizás me obliguen a abandonar la idea de escribir una nueva columna intitulada Chile, una mirada china.

Advertencia del autor: Esta columna, como la anterior, es un relato de ficción, un invento, un ejercicio de creatividad, una especie de juego. Cualquier semejanza con la realidad es mera coincidencia.

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