Un momento histórico está en curso en Chile. Una revolución feminista en las universidades y en las escuelas en la cual las mujeres se están movilizado para que se implementen las demandas de no más violencia machista en la academia y espacios educativos, no más acoso sexual, no más abuso de poder basado en razones de género, no más discriminación por orientación sexual o identidad de género, no más impunidad y falta de mecanismos para acoger denuncias y tomar medidas serias y efectivas. Y por una educación no sexista.
Hasta hace poco para enfrentar los casos de abuso de poder, acoso o abuso sexual apenas las universidades tenían mecanismos, eran pares parciales los que evaluaban los casos, no había canales formales, los sumarios se demoraban y terminaban muchas veces con sanciones irrisorias o sin ellas. Es ese el contexto que ha llevado a muchas víctimas a no denunciar. Algunas universidades ya tienen protocolos pero aun hay problemas en su aplicación. Son contados con los dedos de una mano los casos en que realmente se ha hecho justicia y se ha sancionado de verdad a los perpetradores.
La cultura masculina machista y patriarcal ha tenido mucho que ver con el panorama de impunidad e indefensión existente hasta ahora, en el cual la violencia de género ha sido tolerada y silenciada.
Algunos profesores han aprovechado su posición de poder para acosar o violentar sexualmente sus estudiantes. Otros hombres que han sabido de casos de acoso sexual contra mujeres han justificado los hechos, han culpabilizado a las víctimas, han protegido a los perpetradores o se han quedado en silencio, acentuando una cultura de complicidades y cofradías masculinas.
Los hombres, los machistas y los no tanto, los de la calle y de la clase política, tenemos que escuchar el mensaje de este movimiento feminista que se manifiesta hoy en las universidades y escuelas. Hacer un proceso de reflexión y de transformación de nuestras prácticas.
Visibilizar las distintas formas en que se ejerce la violencia de género, dejar de justificarla, y actuar activamente para erradicarla. Los hombres, individual y colectivamente, tenemos que comprometernos con poner fin a la cultura machista que justifica la violencia sexual, con un proyecto de sociedad no sexista y no patriarcal, tanto en lo discursivo como en las prácticas cotidianas. Tenemos también que comprometernos con apoyar las denuncias, exigir protocolos, justicia y reparación. Asimismo, si bien es necesario hacer justicia frente a los abusos cometidos y lograr que se sancione a los responsables, ello no basta. Necesitamos avanzar también hacia una cultura preventiva donde no se tolere el acoso y la violencia sexual en ningún espacio ni institución.
Necesitamos co-construir una sociedad donde las mujeres caminen tranquilas y sin miedo por la calle, el campus o la escuela y donde todos los hombres entiendan que el sexo o es con consentimiento o no es legítimo, que “no” significa “no”.
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