Debate inmigratorio: tensiones y desafíos

"El extranjero es aquel que nos hace sentir extraños en nuestra propia casa" (Simone de Beauvoir)

La inmigración es un tema complejo y sensible, que genera diversas reacciones en Chile. Según datos del Instituto Nacional de Estadísticas (INE), se estima que en el país hay más de 1,5 millones de migrantes, lo que representa cerca del 8% de la población total. Para comprender verdaderamente los efectos culturales de la inmigración es vital prestar atención a las diferentes perspectivas involucradas: tanto la de los inmigrantes como la de los residentes del país.

Solo al tener en cuenta las experiencias y necesidades de ambos se puede abordar efectivamente las dinámicas subyacentes en este fenómeno. La interacción entre los distintos grupos en el contexto de la inmigración puede ser compleja, por lo que es importante considerar los procesos de identificación, proyección y defensa que se activan en estas situaciones.

En primer lugar, es fundamental reconocer los derechos de los migrantes y brindarles solidaridad y apoyo en su proceso de integración. Esto implica garantizar su acceso a la inclusión social, así como protegerlos de la discriminación y el racismo. Según cifras del Servicio Jesuita a Migrantes, el 67% trabaja en Chile en sectores informales, lo que los hace más vulnerables a la explotación laboral y la falta de protección social.

No obstante, no podemos dejar de lado la perspectiva de aquellos que ven transformados sus hábitats y convivencia, a raíz de su llegada masiva. Si bien la diversidad cultural y la riqueza que aportan las distintas culturas pueden enriquecernos como sociedad, también pueden generar tensiones y conflictos si no se gestionan adecuadamente. De acuerdo a un estudio de la Universidad Diego Portales, el 56% de los chilenos cree que la inmigración genera más problemas que beneficios.

Aquellos que perciben que su irritación es descalificada experimentan un refuerzo en su malestar y frustración, siendo importante tener en cuenta este efecto. La falta de una gestión adecuada e integral de la inmigración puede fomentar el resentimiento y el malestar, convirtiéndose en un caldo de cultivo para discursos xenófobos y discriminatorios.

Para impedirlo, es necesario que las políticas públicas e iniciativas de integración estén diseñadas desde una mirada amplia y comprensiva. Una agenda progresista debe ser capaz de orientar y contener las angustias, miedos e incertidumbres, por encima de las certezas ideológicas. Si no se hace, son fuerzas populistas o de extrema derecha las que logran capitalizar los temores e incertidumbres. Es necesario poder convocar otras pasiones y propuestas que representen esas ansiedades.

Sin embargo, cada vez es más común que el abordaje de la inmigración se vea ligado a temáticas policiales. Si bien es importante enfrentar las nuevas modalidades de delitos que surgen a partir de la diáspora, también es necesario, desde los territorios locales y las políticas públicas, asumir los desencuentros que se producen en la convivencia diaria, para evitar la consolidación de guetos que van en contra de la integración cultural. Las campañas de sensibilización o apelación a valores fundamentales pueden ser de ayuda, pero no son suficientes. Incluso pueden tener un efecto contrario al percibirse solo como una manera de sofocar el malestar.

Las desavenencias en la convivencia diaria en los barrios pueden generar hostilidad e impotencia, generando un fértil semillero para todo tipo de estigmas y discriminaciones. Es importante recoger este desasosiego para que las personas se sientan reconocidas y no solo enjuiciadas. De esta manera, existe la posibilidad de ofrecer alguna comprensión que no entre en contradicción con los valores de no discriminación y fomenten una convivencia más armoniosa.

En Chile, la inmigración ha experimentado un fuerte aumento en la última década, pasando de 400.000 personas en 2010 a más de 1.500.000 en 2021. Es por eso que resulta crucial abordar el tema de manera adecuada, promoviendo la inclusión social y cultural de los migrantes, pero también considerando las preocupaciones y necesidades de la población local. Y poder de esta manera avanzar hacia una sociedad inclusiva y amable para todos.

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