A veces es difícil escoger entre dos quebrantos. ¿Qué es peor, que intenten engañarnos y lo consigan, o que nos tomen por torpes y fracasen en el intento? Esta pregunta concentra, creo, la esencia de estos cinco años del estallido social. No puedo entender -por más que me esfuerce- en la obsesión de algunas fuerzas políticas por hacer desaparecer la revuelta de la historia reciente de nuestro país y acusar de violentista a aquel 18 de octubre de 2019.
A pesar de lo rápido que han pasado estos años, la insistencia por hacer caducar la expresión multitudinaria de inconformidad que demandaba una mayor igualdad social y exigía el reconocimiento y la garantía de los derechos sociales y económicos, tales como el derecho a una pensión digna, a una vivienda, a la educación y a la salud pública de calidad, ha sido obstinada y como sea, han intentado deformar el sentido de la palabra movilización social. Es una pena, porque la desinformación empobrece la vida y el término "movilización social" no debería admitir ponzoña. Sectores populares y de clase media cantaron "Chile despertó", desde muchos lados de la ciudad brotaba el sonido de las cacerolas en señal de protesta por la mejora de condiciones de vida. Sin embargo, no han sido pocos los parlamentarios de oposición que han utilizado la denominación "estallido delictual" para referirse a ese periodo.
Incluso recordemos que el año pasado el expresidente Piñera y el exdirector del Instituto Nacional de Derechos Humanos (INDH) Sergio Micco se referían a lo sucedido en octubre de 2019 como un intento de "golpe de Estado no tradicional", usando "movilización social" como sinónimo de actos vandálicos. ¿Hubo actos violentos el 18-O? Sí, los hubo. Los principales canales se dedicaron a criminalizar el malestar social en sus coberturas con excesivo énfasis en saqueos y disturbios y no en mostrar las escenas de represión que se vivieron en los toques de queda. Los medios de comunicación tradicionales restaron importancia a la violencia estatal, a la violencia policial y a las violaciones de derechos humanos que estaban ocurriendo.
Muchos volcaron sus ojos hacia el periodismo. Algunos pretendiendo utilizar a periodistas y medios para manipular a la opinión pública, recuerdo a Juan Sutil, en aquella ocasión presidente de la Confederación de la Producción y del Comercio (CPC), cuando quitó el auspicio al programa "Agenda Agrícola" de CNN Chile, acusando sesgo informativo por mostrar la represión policial y militar a los manifestantes.
Desde el gremio del periodismo se dio una discusión, una suerte de autocrítica respecto de la forma en que se estaba cubriendo la protesta. Conversación que no se daba. Estábamos y seguimos estando muy ocupados parece en otras cosas los periodistas como para ventilar críticas a colegas y a medios. Pero que esa crítica se haga desde los mismos colegas, no solamente es ético, sino necesario, necesaria advertencia para el receptor de la información, para la gente.
Y hablando de la gente, la clase política toda, de un lado y del otro, de izquierda y de derecha, está al debe. El estudio Pulso Ciudadano de Activa Research reveló el parecer de las personas en Chile tras lo sucedido el 18 de octubre de 2019. Según el sondeo, ante la pregunta "¿Las demandas sociales que manifestó la ciudadanía en octubre 2019, han sido solucionadas por parte de los gobiernos?", el 52,7% dijo que no, mientras que el 43,8% aseveró que "sólo en parte". ¿Y yo me pregunto qué han hecho en cinco años? ¿Por qué no cumplieron? ¿Por qué nada cambió? ¿Entienden en profundidad el problema de no resolver las necesidades de las personas?
El estallido social transformó la calle en una gran galería de arte, en una fiesta, con actividades culturales, fotografías, afiches, cantos y muchas frases icónicas como "Chile despertó", "nos quitaron tanto, que nos quitaron hasta el miedo" o "hasta que la dignidad se haga costumbre", pero de eso no se habla. No hablan de un diálogo popular que se instaló durante la revuelta. Evidentemente, la memoria de aquellos que no quieren transformar nada ha alterado el sentido de la palabra movilización social y hacen cualquier cosa menos ponerse en la piel de la gente. Y si hay que callar y mentir, callan y mienten. Gran parte de la clase política señaló en su momento haber escuchado las legítimas reivindicaciones de quienes protestaban, afirmando que se harían cargo. Sin embargo, eso no ha ocurrido y esas demandas siguen plenamente vigentes después de estos años.
¿Sabrá nuestra actual élite política que las movilizaciones de ayer también fueron en su contra o van a seguir siendo brillantes tuiteros? Yo lo pensaría dos veces. Nadie podrá evitar que el día de mañana vuelva a ser 18 de octubre.
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