La guerra duele, duele profundamente a quien se detenga un momento a sentir lo que se siente conocer el dolor de quienes la sufren en carne propia o cercanos a los distintos radios y círculos concéntricos de los territorios más afectados.
Duele, y según el estado vibracional de cada cual, se despiertan diferentes reacciones. Hay a quienes el escozor doloroso los lleva a tomar posición por uno de los bandos, emanando pensamientos, palabras e incluso acciones en contra de todo aquello que represente al bando contrario. Es decir, entra en sintonía vibratoria de polarización, de odio, de guerra. Otros se aíslan, se cierran a sentir su impacto, ignorando simplemente la existencia de la guerra y el dolor, enfocándose solo en "sus asuntos" cotidianos.
Hace falta bastante preparación o trabajo espiritual para verdaderamente instalarse a ver desde más alto y con más profundidad, incluyendo el plano trascendente, aquel donde se hace efectivo, real, casi palpable, la certeza de común-unidad, del ser uno con todos, esa gran unidad indivisible en el plano sutil vibracional, aquel expresado desde siempre a través de las fuentes de sabiduría antigua y ancestral, y expresado ya hace más de 100 años por la física moderna.
Desde ese plano trascendente se constata que no existe tal polaridad, que cada uno de los seres que protagonizan y sufren esta barbarie, está ocupando un lugar dentro del Todo, que por los misterios de la Vida le corresponde estar en tal o cual papel o lugar, y que con tan solo una chispa de consciencia del amor y de la unidad, re-conocerían que no existe enemigo al frente, que estanos todos en plena experiencia de oportunidad purificadora, y tendrían la certeza que solamente podremos progresar como humanidad desde la unión verdadera en pos del despertar de consciencia colectivo, en pos de garantizar la experiencia de felicidad y realización virtuosa del alma de todos, sin tener la pretensión de poder someter a nadie, de ningún modo, pues no alcanzaremos tal plenitud de la posibilidad humana, si dejamos a un grupo fuera, declarándonos vencedores en alguna guerra.
Duele, la guerra duele y nubla la mirada, más; sin embargo, existe un modo de aportar a la paz. Asumiendo nuevamente los principios ancestrales y de la ciencia moderna, que establecen la existencia de -además de la dimensión más densa de la materia- la dimensión sutil inmaterial, donde se constata que somos energía en diferentes niveles vibracionales. En el plano más denso, se aprecia la realidad desde la separación y los límites que diferencias unos de otros, pero, a medida que se eleva la observación hacia las dimensiones menos densas, se constata la pertenencia a un Todo superior que nos aúna indefectiblemente.
Pues bien, mismos principios fundamentales, antiguos y modernos, también nos permiten reconocer que los estados vibracionales se irradian, afectando al Todo. Tanto aquellos que tienden a disgregar y densificar, como los que aúnan y sutilizan. He ahí como algunos reaccionan frente a la experiencia dolorosa de la guerra con actitudes más bélicas, y otros experimentan el llamado a concentrarse desde el amor sin distinción.
Entonces bajo esta mirada comprensiva, podemos afirmar que darse a la tarea de elevar la vibración, accediendo a estados de paz, plenitud, armonía, es una estrategia útil y relevante de considerar a la hora de canalizar este dolor mutuamente sentido, hacia la realización de acciones que puedan aportar a la instalación de la paz en estos tiempos de guerra. Mientras más personas se reúnan a esta práctica e intención, mayor potencial de irradiación y elevación vibracional del planeta todo. A mayor elevación vibracional, más lejana se hace la posibilidad de polarización y guerra. En el plano sutil, donde solo existe la unión, no se hace posible la guerra, ni las vibraciones densas que le dan sustento.
Por tanto, esta columna es un llamado a los meditantes, a las personas que les duele la guerra y que superan la tentación a dejarse llevar por expresiones de odio, o que desean dejar de dejarse llevar por ellas; para que nos convoquemos, con la mayor regularidad posible a experimentar momentos de paz, accediendo por la vía de las prácticas diversas que cada cual conoce y realiza, como, por ejemplo, la simple pausa para dirigir la atención a sentir la respiración, expandiendo la consciencia. Es un llamado a vibrar alto con la certeza de que de este modo incidimos en la vibración planetaria, aunque nos traten de locos aquellos que no han tenido la posibilidad de acceder a experiencias de comunión trascendente.
Aprovechar de compartirles que, a partir del 12 de enero de 2023, desde Chile para el mundo, se ha estado sosteniendo una iniciativa llamada "Ola de Meditación Planetaria"(1), que programa e invita a reunirse, cada cual desde su lugar, en determinadas fechas de acuerdo con una representación matemática específica; para meditar durante 30 minutos, a las 12 del mediodía en punto, según el horario de cada país. De este modo, se genera una ola que va envolviendo el planeta en elevadas vibraciones sutiles de consciencia de la unión, de paz, de amor, rodeándolo a medida que La Tierra va rotando y el mediodía va llegando a cada territorio. Para el 12 de noviembre de 2023 se está convocando a la tercera ola desde esta iniciativa. Sincrónicamente cada vez se expande más su alcance y participación, lo que constituye una oportunidad virtuosa para alcanzar mayor masa crítica y aumentar la irradiación de Paz en el mundo.
Amén que seamos muchos quienes tomemos esta oportunidad, y cualquiera otra que se presente, para acceder a experiencias de unión y de paz, aportando, por esta vía de expansión vibratoria, a que logremos como humanidad superar la guerra. Es posible, es real, hagámonos cargo.
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