La inmigración se ha tomado durante las últimas semanas el debate de la opinión pública. Algunos quieren restringirla, otros quieren expandirla.
Lo cierto es que según revela un informe del ministerio de Desarrollo Social, el número de inmigrantes ha ido en franco aumento desde 2010 y muy pronto superará el medio millón de habitantes.
Más allá de lo que decidan las autoridades, esta es claramente una realidad que ya se instaló en Chile. Para los judíos, no hay duda, los inmigrantes sólo pueden ser un aporte. Lo hemos sido nosotros y lo han sido todas las colonias y comunidades de extranjeros que han venido a trabajar a Chile, aportando a un país multicultural, diverso e inclusivo, que se enriquece con la enorme energía de quien quiere salir adelante con su trabajo. Así ocurrió con mi propio abuelo.
Algo que muchas veces no se dice es que comúnmente quienes llegan vienen aportando con mano de obra, pero al cabo de pocas generaciones, muchos de ellos lo hacen generando trabajo.
Para quienes tienen la sensación que ya hay muchos inmigrantes en Chile y que no caben más, es bueno saber que de cada cien chilenos, poco menos de tres son extranjeros. En la OCDE, organización de países con la que nos gusta compararnos, este número en promedio se cuadruplica.
Sin embargo, siempre hay una sombra que se cierne sobre quienes son vistos por algunos de los residentes como una amenaza. Este es el miedo, el miedo a que les quiten sus puestos de trabajo o alteren sus costumbres.
Esto genera discriminación, a veces racismo, expresado en un rechazo, que la mayor parte del tiempo es aprovechado por grupos dedicados a expandir el odio por los más diversos motivos.
El estudio de la Casen 2015 demuestra que el “28,4% de los hogares con jefatura inmigrante declara que algún miembro del hogar ha sido discriminado o tratado injustamente en los últimos 12 meses, cifra que casi duplica a la reportada en hogares que no tienen a un inmigrante como jefe/a de hogar (14,7%)”.
En este escenario, es urgente que nuestras autoridades modernicen nuestra legislación, para proteger a todas aquellas minorías que la historia y el presente, en otras latitudes, demuestra que serán perseguidas.
En la reciente celebración de Januca (Fiesta de las Luces) en La Moneda, la Presidenta de la República, Michelle Bachellet, anunció el pronto envío al Parlamento de una nueva iniciativa que sancione aquellas expresiones que incitan al odio, respondiendo a un antiguo anhelo no sólo de los judíos sino de los migrantes y los movimientos por la diversidad sexual.
“No podemos quedarnos de brazos cruzados mientras en el mundo resurgen con fuerza los discursos fundamentalistas, nacionalistas y xenófobos. Discursos que plantan la semilla de la división y la desconfianza, que también se plantean en Chile, y cuyos frutos pueden ser sumamente peligrosos, como vimos -muchos de ustedes muy de cerca- durante la primera mitad del siglo XX”, señaló en la oportunidad la Mandataria.
Este es un año especial. Navidad y el comienzo de Januca coinciden en las fechas. Es un buen momento para que el espíritu de Navidad para los católicos y cristianos y Januca para los judíos, generen en todos nosotros una profunda reflexión sobre la importancia de transmitir los mejores deseos para lograr un mundo sin violencia y el odio que lo produce y un compromiso para trabajar sin descanso por la paz para nuestra humanidad.
¡Felices Fiestas todos!
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