Durante las últimas semanas se suscitó un interesante debate producto de las declaraciones del doctor José Gallardo, científico y profesor de la Universidad Católica de Valparaíso. En el contexto del claustro académico de la casa de estudio, el profesor Gallardo puntualizó: "Todas las células de mi cuerpo son X e Y desde la fecundación. Ninguna reflexión profunda ni individual, colectiva, cultural o social podrá cambiar esa naturaleza de mi ser varón". Además, precisó la importancia de derogar la ley de Identidad de Género y poner fin al programa "Crece Con Orgullo" del Gobierno, debido a que "el mismo programa fracasó en otras partes del mundo, hoy se han constituido como un peligro para los niños chilenos".
Por supuesto, las "funas" mediáticas, el hostigamiento en redes sociales, los repudios y denuncias públicas no se hicieron esperar. Organizaciones pro LGTB, académicos, comunicadores y tuiteros varios enardecieron contra el científico por aseverar un hecho biológico, y manifestar sus reparos a los programas sobreideologizados del actual gobierno en materias de género e infancia. Lo paradójico es que los mismos que se declaran tolerantes y pluralistas, específicamente en un espacio de debate en el que cabe un universo de opiniones, como es la universidad, intenten amordazar con correcciones políticas e ideologizadas a quienes con respeto y argumentos plantean puntos disonantes al actual credo ultra progresista.
No bastó para los paladines de la nueva tolerancia, cancelar y perseguir la opinión del profesor Gallardo. El programa de investigación periodística más importante del país, "Informe Especial", divulgó con evidencias y casos concretos los excesos y descriterios en los tratamientos a niños. Esto dio espacio para que los propios padres de los menores expusieran sus interrogantes e inquietudes ante los tratamientos configurados para transformar rápidamente la identidad de los niños. El grito en el cielo se hizo sentir por la hegemonía LGTB en medios de comunicación y redes sociales. Entre los cuales se planteó la disconformidad con la investigación periodística por presentar "una visión sesgada sobre las niñeces trans, con lenguaje ofensivo e inapropiado".
Se intentó validar "científicamente" el malestar con TVN, a través de declaraciones firmadas por la élite universitaria de los teóricos del género, forzando prerrogativas y conclusiones de lo que conviene o no a la infancia, a riesgo de sobrepasar audazmente el criterio y la autoridad de los propios padres. El llamado a manifestarse en contra de "Informe Especial" significó "funas" acaloradas y hasta una pequeña protesta que se masificó por todos los medios de comunicación otorgándole, de esa manera, una excesiva cobertura a lo que en realidad fue la participación de decenas de personas.
Los casos anteriores dan cuenta de la instalación de la cultura de cancelación en el imaginario colectivo nacional. Normalizar el amedrentar e intimidar con funas a científicos y periodistas que cuestionan el discurso oficial del género progresista, o que "incomodan al poder", es una circunstancia grave en el debate público. No nos cansaremos de denunciar la cultura de la cancelación como un discurso que fomenta la intolerancia, la homogenización de la opinión, y en definitiva, como promotor del odio y la separación entre los chilenos.
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