Ante las graves noticias que aparecen sobre presunta corrupción de diversas autoridades, llama la atención la pregunta de si será exitosa para ellos la rehabilitación. Muchos lo creen imposible. Reina un sentimiento de perdición carente de esperanza; lo siniestro y diabólico, sutilmente, nos está envolviendo a su arbitrio.
Así como el universo, por millones de años en su proceso de evolución, continúa sin detenerse, ¿cuánto más tiempo, en su profunda complejidad, necesitará el ser humano para alcanzar la estatura que se le ha asignado?
En el misterio de Dios hecho hombre está la respuesta. Esa decisión abismal y sin límites, solo se entiende teniendo a la vista la grandeza sin parangón de la humanidad.
No hay motivo para el desánimo; aunque seducidos y vencidos por los brillos mundanos y por el "poderoso caballero don dinero", ahora más que nunca recordemos el potente mensaje de San Agustín: "A pesar de todo, el hombre, pequeña parte de tu creación, quiere alabarte. Tú mismo le incitas a ello... porque nos has hecho para ti y nuestro corazón está inquieto mientras no descansa en ti" (Confesiones, 1, 1, 1).
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