No confío en nadie, la otra crisis emocional de los chilenos

Hace una semana fuimos testigos del robo de notebook y una caja de seguridad donde había cheques y diversos documentos utilizados como garantías en diversas licitaciones y tratos directos desde el Ministerio de Desarrollo Social, tema que nuevamente pone en la mesa la desconfianza de las y los chilenos.

Actualmente estamos viviendo en un mundo que nos genera desconfianza, nos pone en alerta, entramos en una ola de incertidumbre y solo nos queda protegernos, pero ¿cómo?

De acuerdo a la última encuesta CEP, estamos exceptivos del futuro; solo 16% cree que Chile está progresando, menos de 22% que la economía del país puede mejorar el próximo año y 44% que la actualidad política es peor que hace cinco años. No es la única grieta que merma la confianza de los chilenos; la misma encuesta arrojó que el 90% dice que hay que ser cuidadosos con los otros, no confiar.

En términos simples, la desconfianza como emoción es una respuesta emocional que surge cuando una persona siente incertidumbre o duda sobre la honestidad, la sinceridad, las intenciones o la fiabilidad de otra persona, es un palpito o sensación de alerta y donde nuestro cuerpo y la magia de emociones que es nuestra fiel compañera no dice, ¡ojo ahí!, nos activa una alerta de posible engaño, que alguien nos traicione o nos perjudique de alguna manera.

Todo lo anterior crea un ambiente tenso y frágil en nuestras relaciones personales, laborales e incluso en el ámbito político. ¿Qué ha llevado a este fenómeno?

La desconfianza se ha convertido en una especie de mecanismo de defensa. Muchos afirman que la incertidumbre del mundo moderno, con sus avances tecnológicos vertiginosos y los desafíos sociales y económicos que enfrentamos, ha llevado a una mayor susceptibilidad hacia los demás. Algunos temen ser engañados, explotados o traicionados.

¿Cómo nos afecta ser tan desconfiados?

Hay que entender que la desconfianza es una consecuencia de nuestras propias vivencias, de malas experiencias anteriores que hoy hacen que desconfiemos de todas y todos. ¿Cuál es la consecuencia de esto? Nos dificulta tener relaciones sanas, porque generamos una barrera, somos reservados, omitimos información y siempre estamos a la defensiva. Nos afecta abrir espacios a la colaboración, nos sentimos con mayor desafío para enfrentar ciertas dificultades porque no creemos en nadie. Esto solo nos provoca, ansiedad, miedos y ansiedad.

Siempre digo, uno no se tiene que preocupar de lo que no nos quieren o nos tienen mala, sino de las personas que fingen que nos quieren.

¿Cómo superamos la desconfianza?

Tenemos que ver qué genera esta desconfianza, ¿es a una institución, política, amistad, pareja, familia? Comprender las razones que hay detrás de este sentimiento que permite abordarlo de mejor manera.

  • Primero: saber qué es
  • Segundo: ser consiente de esa emoción y ver si realmente es algo infundado y tengo sospechas solamente o de algo de prejuicio o temores que yo tengo
  • Tercero: comunicar nuestras preocupaciones cuando sentimos que hay desconfianza decirle a la persona, esto me afecta, esto está mermando mi confianza contigo, y principalmente actuar en el momento frente a los malos entendidos, sino esto va creciendo
  • Cuarto: restablecer gradualmente votos de confianza frente a las personas que en su momento nos hicieron daño, cuando son sobre todo personas que amamos o queremos mucho
  • Quinto: trabajar la autocompasión y la empatía. Muchas veces debemos aprender primero a perdonar

La desconfianza viene de experiencias pasadas, que nos han traicionado, herido y el perdón es liberador porque nos hace bien para vivir una vida más sana.

¿Qué hacer?

Practicar la empatía, valorar y buscar la verdadera amistad y si no te la puedes sola, buscar ayuda. Pero lo más importante, siempre hay que trabajar desde la educación emocional.

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