El relego: los ciudadanos de segunda clase

Hace un par de semanas se inauguró en la capital la extensión de la línea 3 del Metro -una megaobra que parece nunca acabar-. Ciertamente es bueno para la gente que vive en las comunas beneficiadas, ya que con la mejora en conectividad aumentará su calidad de vida al poder acceder a más servicios educacionales, de salud, comerciales, etc. Asimismo, hace algunos días hubo un masivo corte de agua en Santiago, para poder realizar obras relacionadas con la futura línea 7 que hoy está en construcción.

Lo anterior contrasta con la precaria condición en que se encuentra el transporte público en regiones, incluyendo el del Biobío y Valparaíso. Por ejemplo, en San Pedro de la Paz -comuna hermana de Concepción- hubo uno de los accidentes viales más mortales del último tiempo. En concreto, un bus del transporte local chocó con un tren del Biotren, dejando seis víctimas fatales. Más allá de la imprudencia del conductor en aquel accidente, lo cierto es que ese paso y muchos otros que cruzan al metro penquista deberían estar construidos bajo nivel para permitir el libre tránsito del tren y el de los vehículos.

En la Región de Valparaíso, el ministro de Transportes, Juan Carlos Muñoz, indicó en una alocución realizada en diciembre de 2022 que durante el mes de septiembre de este año estarían llegando los primeros buses eléctricos para prestar servicios. De esta forma, en el Gran Valparaíso y alrededores aumentaría la conectividad gradualmente. Ya terminado el mes patrio no hay a la vista ninguno de estos buses anunciados. La promesa en esta materia por parte del Gobierno ha sido -nuevamente- incumplida y su concreción se ve difusa. El ministro, en la misma alocución indicó que habría más de 2.600 buses eléctricos para la Región de Valparaíso a fines del año 2025, no obstante, hoy se escucha y lee que podría ser para finales del año 2026, ¡sepa Moya!

Lo paradójico es que todas las autoridades regionales saben los problemas que afectan al transporte público, los diagnósticos así lo indican desde hace más de una década. Las regiones están asfixiadas e invisibilizadas; los tiempos de traslado de las casas a los trabajos, escuelas, servicios de salud y otros se están haciendo cada vez más largos y tediosos; en regiones es peligroso andar en micro, la infraestructura está obsoleta, las partidas presupuestarias no calzan con la realidad y un sinfín de problemas más.

La disparidad en esta materia es tal que las comparaciones en inversión de transporte público entre la Región Metropolitana y las regiones de Valparaíso y el Biobío son sencillamente irrisorias. Este problema afecta directamente a las principales ciudades del país.

Así, por ejemplo, si tomamos el presupuesto del Ministerio de Transportes que va a la red de transporte metropolitano de la capital chilena, éste es de aproximadamente 87 mil pesos por persona, mientras que para las regiones nombradas es de solamente 12 mil pesos.

Puede ser odioso decirlo, pero parece ser que el resto del país trabaja para Santiago y nada más. Será que somos -como dice la canción de Los Prisioneros- ¿ciudadanos de segunda clase relegados a nuestra suerte?

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