Un desafío que no puede esperar

Hace algunas semanas fuimos testigos de un importante hito que prometía marcar un antes y un después en la historia de las redes sociales: Meta irrumpiría con el lanzamiento de una nueva plataforma, que buscaría posicionarse como la competencia de una de las aplicaciones más populares en el mundo: Twitter.

Se trata de Threads, que fue lanzado los primeros días de julio y sorprendió por su acelerado crecimiento: sólo en días alcanzó los 100 millones de usuarios. Pero el fenómeno no duró mucho, pues los últimos reportes publicados por distintos medios informan que los usuarios activos cayeron 82%. Pese a que el mismo Mark Zuckerberg dio a conocer su optimismo sobre el progreso de esta red social, aún falta tiempo para saber si realmente logrará ser la competencia de X, como recientemente fue renombrada Twitter.

Así como Threads, cada vez estaremos más expuestos a nuevas formas de comunicación, ya sea a través de redes sociales, plataformas y medios tecnológicos, muchos de los cuales -luego de tener un explosivo nacimiento- se convertirán en historia, no sin antes haber almacenado de paso gran parte de nuestros datos personales, impulsando a los curiosos usuarios a entregar en sólo segundos y a través de un click, consentimientos para proporcionales información sensible sin saber qué pasará con ellos.

El desafío, entonces, es contar de forma urgente con un marco regulatorio moderno que avance de la mano a las nuevas tecnologías y que les permita operar de forma transparente, ética y responsable, protegiendo a los usuarios, cuya información es el principal activo de las redes sociales.

Es fundamental que al desarrollar algoritmos o inteligencia artificial que involucre uso de datos personales, las empresas se hagan responsables del tratamiento de esta información y no descansen únicamente en el consentimiento del usuario. Esto es clave para quienes buscan que su producto sea escalable en el mercado internacional, donde se están instalando estándares de responsabilidad que van más allá de la legislación chilena.

Este cambio de paradigma nos permitirá no sólo garantizar la privacidad de las personas, a través de reglas claras, sino también construir reputación y una marca de confianza y, con ello, oportunidades de negocio sostenibles en el largo plazo.

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