Centralismo político: los partidos sí importan

Hay cosas que identifican a Chile en el mundo y se transforman en buenos representantes de nuestra cultura nacional. Tenemos el vino, a Pablo Neruda, a Gabriela Mistral, entre otros. Pero también hay cosas que nos hacen inclinar la cabeza frente a preguntas como por ejemplo, ¿cómo y por qué la sociedad chilena resiste tanto centralismo? Al menos quiero compartir algunas razones.

Este engorroso entramado institucional permite resguardar el principio Portaliano de “garantizar el interés y la unidad nacional” por la vía de contar en regiones con una autoridad que sea el representante directo e inmediato del Presidente de la República.

Este principio está en nuestra constitución desde 1831 y se mantiene en la actualidad, su misión es resguardar que “los criollos” que habitamos en regiones no nos rebelemos ante el poder central y pongamos en riesgo la “unidad nacional”. Nuestro país, es el único que por medio de su diseño institucional refleja una profunda desconfianza hacia sus habitantes de regiones.

Es así como el centralismo está metido en nuestras principales instituciones políticas, como por ejemplo en los partidos políticos. Precisamente quienes deben proponer reformas para modificar el centralismo, pertenecen a las instituciones más centralizadas que tiene el país.

Para que no se piense que esta postura no tiene fundamento alguno, basaré mi tesis en un artículo publicado por Willis, Garman y Haggard (1999 y 2001), quienes señalan que la descentralización en América Latina, está arraigada en rasgos y características de la constitución, el sistema electoral y los sistemas de partidos.

Señalan que ello tiene consecuencias importantes para el éxito o fracaso de los esfuerzos por descentralizar un país, y resaltan -tome atención en esto- que en países con partidos políticos nacionales hegemónicos o con partidos políticos con sistemas de decisión interna centralizados, el gobierno central ejercitará un mayor control sobre el poder político y el uso de los recursos fiscales en los niveles locales.

Se puede deducir entonces que en países con partidos políticos con sistemas de decisión centralizados es donde la descentralización muestra sus peores avances.

Por el contrario, en países con partidos políticos regionales o con partidos que cuentan con sistemas de decisión más descentralizados, se observan mayores avances en materia de descentralización.

¿Por qué se genera este proceso? Porque en aquellos casos, los representantes políticos territoriales (diputados o senadores dependiendo del caso) ejercitan una fuerte influencia sobre los legisladores nacionales.

La descentralización entonces termina siendo el resultado de los incentivos disponibles para políticos de diferentes niveles de gobierno. Saque sus propias conclusiones, observe la estructura de decisión de nuestros partidos políticos, ¿a quién le deben lealtad los candidatos a senadores y diputados si no tienen contrapeso político regional?, y deduzca ¿para quién “legislarán en serio” en materia de descentralización? ¿Para el interés del centro, o para el interés real de las regiones?

Es tan dogmática esta conservadora e interesada visión que tiene la elite política central respecto de las regiones, que pareciera ser que están dispuestos a preservarla, incluso, a costa de seguir deteriorando el sistema político, el cual se viene dañando permanentemente desde lo local (Aysén, Freirina, Loa, Magallanes etc.), expresando rechazo a líderes nacionales que antes eran endiosados.

La pregunta es ¿se traducirá esto en valorar liderazgos más locales en las próximas elecciones parlamentarias? Rechazar al candidato del centro que aterriza como mesías en distritos y jurisdicciones, ya es un tremendo avance, pero si ello no se acompaña de reformas profundas y estructurales de las instituciones que inciden en preservar este patético centralismo chileno, nada cambiará.

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