Macrocefalia, nuevo nombre del imperialismo

La humanidad ha aprendido a repudiar y condenar los abusos del imperialismo: los 20 millones de seres humanos cazados en África para esclavizarlos por parte de las grandes potencias europeas en los siglos XVI-XIX son un buen ejemplo; lo mismo ocurre con las matanzas de indígenas en Asia, Oceanía, América y Asia. A ello se suman las guerras asimétricas de los imperios contra países más pobres, como EE.UU. en Vietnam, Afganistán e Irak, o de Rusia en Afganistán y Ucrania.

Pero el imperialismo no es solo guerra y matanza; es absorber los recursos económicos de un territorio subalterno para llevarlos a los centros de poder, y asegurar así la prosperidad de las metrópolis, en detrimento de la población de los territorios subordinados.

Los romanos usaron la palabra "provincia" para denominar a los "territorios vencidos". A ello se sumaba el principio de "la victoria da derechos", para concluir que la capital del imperio podía, legítimamente, implementar mecanismos de transferencia de recursos, de las provincias a las grandes urbes. La prosperidad de Roma y otras capitales se construyó sobre la base de la pobreza de los territorios vencidos de Hispania, las Galias y otras zonas sometidas por las águilas de S.P.Q.R.

Esta misma práctica se ha instalado, silenciosamente, en América Latina. Se trata del mismo criterio abusivo de los emperadores romanos, pero con buenas maneras y lenguaje depurado. En efecto, se ha hecho habitual en los políticos de esta región impulsar leyes, decretos y demás medidas, tendientes a privilegiar y subsidiar a la población de las grandes urbes, en detrimento de las provincias, tratadas como "territorios vencidos".

Los subsidios de los Estados nacionales a los servicios públicos de las grandes ciudades son un ejemplo elocuente de esta tendencia. Los políticos han votado sistemáticamente, por demasiado tiempo, fondos multimillonarios para ofrecer estas ventajas a los habitantes de México D.F., San Pablo, Buenos Aires, Lima, Santiago y otras capitales latinoamericanas.

Algunos países congelan y subsidian un abanico amplio de servicios, que resultan casi gratuitos o con pagos simbólicos, muy por debajo de los costos. El caso más emblemático es Buenos Aires, donde el Estado subsidia transporte, energía, educación y salud. Fuera de allí, en el resto de Argentina, los servicios son mucho más caros y de inferior calidad.

En Chile ocurre algo parecido: los subsidios al Metro de Santiago (cuya tarifa permanece congelada a pesar del aumento de los costos) representan un privilegio para los habitantes de la zona metropolitana, lo mismo que la gratuidad universitaria, que se concentra mayoritariamente en la capital. Estos privilegios se financian con los servicios que no llegan a las provincias, zonas vencidas, de Coquimbo, Huasco o Marchihue, donde la población no tiene la posibilidad de acceder condiciones remotamente parecidas.

El resultado de estas políticas es el monstruoso modelo de desarrollo que predomina en la región, donde un tercio de la población nacional se concentra en una sola ciudad: así lo reflejan los 30 millones de habitantes de Ciudad de México, los 10 de Lima, los 15 de Buenos Aires y los 7 de Santiago, entre otros.

Es importante comprender la gravedad de este problema. Se trata de una situación de abuso de poder de los políticos que priorizan a las grandes metrópolis por sobre proyectos de desarrollo armónico de la totalidad del territorio. Los privilegios de las grandes metrópolis se financian con el hambre, el sudor y las lágrimas de los territorios vencidos, es decir, las provincias o regiones.

Paradójicamente, las metrópolis latinoamericanas están pasando del privilegio al castigo: porque a fuerza de recibir los subsidios y recursos que alentaron la migración campo-ciudad se ha llegado a una situación adversa debido a los problemas de inseguridad, contaminación, estrés, hacinamiento y deterioro de la calidad de vida de las grandes ciudades.

Cada vez que el Parlamento vota leyes de subsidios y privilegios favorables a las grandes capitales, está incurriendo en actos de abuso de poder, propios de los imperios acostumbrados a transferir los recursos de las colonias hacia las metrópolis.

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