Guerra Civil de 1891, algunos comentarios

La Guerra Civil de 1891 fue una tragedia de grandes proporciones, no sólo por lo fratricida que resulta ser cualquier conflicto bélico de esa naturaleza -murieron más soldados que en la Guerra del Pacífico (1879-1883)-, sino porque también impidió que Chile pudiese dar un salto hacia el desarrollo, en circunstancias que tenía todo para conseguirlo.

Las causas y efectos de esta disputa pueden revisarse en varios libros. Según mis amigos entendidos "La Guerra Civil de 1891" de Alejandro San Francisco es fundamental para entender este conflicto. Además, sugiero leer "Las Batallas de Concón y Placilla" de Andrés Avellano Rojas(1), y "Revolución de 1891. Mi actuación", del exPresidente Arturo Alessandri Palma; como también, dos libros de Guillermo Parvex: "El Rey del Salitre que derrotó a Balmaceda" y "Un Veterano de Tres Guerras".

No obstante la variada literatura existente sobre la Revolución de 1891, quisiera comentar algunas razones que podrían explicar, en parte, la derrota del Presidente José Manuel Balmaceda a manos de los rebeldes o sediciosos, representados por el Congreso Nacional. Cabe indicar que el desastre balmacedista fue inesperado, ya que disponía de la lealtad de la casi la totalidad del Ejército, cuyos regimientos venían de triunfar en la Guerra del Pacífico.

En primer lugar, las tropas del Gobierno, pese a lo indicado precedentemente, en general, carecieron de mística y compromiso. Incluso un grupo significativo de sus efectivos se cambiaron de bando en las dos últimas batallas: Concón y Placilla, dando origen a la conocida expresión "darse vuelta la chaqueta"(2).

En segundo lugar, la mayoría de los soldados del Ejército fueron reclutados a la fuerza, por lo que no sentían mayor adhesión al Primer Mandatario. Esta sensación de no pertenencia a una causa legítima se acentuó con el asesinato de un grupo de jóvenes opositores, en la tristemente famosa Masacre de Lo Cañas.

En tercer lugar, la oposición estaba compuesta por la mayoría del Congreso Nacional, el que contó con el concurso de la Armada. Por ello, sus primeras acciones consistieron en trasladar a sus principales líderes al norte de Chile, para desde allí tomar posesión de las salitreras y organizar la resistencia. Por ello, se contrataron soldados -mineros de la zona- y se adquirió armamento -en especial fusiles Mannlicher- con dinero proveniente de las exportaciones del salitre y gracias también al apoyo financiero de John Thomas North, el llamado "rey del Salitre".

Con respecto a este último punto, la influencia de Thomas North y/o del gobierno británico de la época en favor de los rebeldes, hay autores que desmitifican dicha participación, poniendo como ejemplo el hecho que Londres autorizó la entrega al bando gubernamental chileno de dos cruceros mandados a construir en sus astilleros, los que alcanzaron a zarpar rumbo a nuestro país, pero llegaron desgraciadamente tarde para las pretensiones balmacedistas, pues arribaron cuando ya el Presidente estaba muerto.

En cuarto lugar, el Ejecutivo careció de una estrategia y táctica tanto en su propio gabinete como también en el alto mando de su Ejército. Asimismo, según algunos, hubo una excesiva injerencia civil en la toma de decisiones militares en circunstancias que aquello no correspondía(3). Por ejemplo, el no haber trasladado y concentrado las tropas de la división de reserva ubicada en la provincia de Coquimbo en Placilla, lugar de la última y decisiva batalla de este conflicto, fue un grave error, propiciándose con ello el fin del gobierno de Balmaceda.

Por otra parte, y en relación a los efectos de esta guerra civil, estos podrían sintetizarse en la muerte de cerca de 15.000 personas, junto a ingentes daños en infraestructura e inmuebles, originados por incendios y saqueos, en especial, en Santiago, luego de la batalla de Placilla(4).

Por todo lo anterior, Chile perdió el gran impulso modernizador de décadas, que se había estado traduciendo en grandes obras públicas, ferrocarriles, impulso a la instrucción pública, etc., y terminaría sustituyendo un sistema de gobierno presidencialista por uno parlamentario (1891-1925), el cual se transformaría en un lastre para el país.

Para concluir, quisiera revelar ciertos sucesos que demuestran la extremada violencia que se llevó a cabo entre compatriotas, en ese fatídico año: Primero, los vejámenes y torturas a que fueron sometidos algunos heridos y prisioneros, aplicándose incluso el descuartizamiento por medio de la utilización de caballos. Esto me lo comentó mi tía Marita (Q.E.P.D), quien escuchó tal relato de sus padres. Otros casos más conocidos fueron la forma cómo fueron ultimados y mutilados los generales gobiernistas Robles, Barbosa y Alzérreca, todo lo cual da cuenta de la brutalidad y violencia que se desató en esta revolución.

Por su parte, mi querida suegra me relató la historia del que fuera ministro de Relaciones Exteriores de Balmaceda, Manuel María Aldunate, quien se encontraba precisamente a cargo de las tropas del gobierno en la provincia de Coquimbo. Este ministro en campaña, una vez informado de la renuncia del Presidente Balmaceda, se entregó y se puso a disposición de los vencedores, en el pueblo de Catapilco. Lo que no sabía es que sería fusilado de inmediato, sin miramientos, sin juicio previo.

Lo que la historia no cuenta es que su mujer se enteraría de su muerte frente a su casa, mientras mantenía en brazos a su hijo recién nacido. Un canillita (vendedor de diarios) se lo comunicaría sin mala intención, al gritar a los cuatro vientos, algo que imagino pudo haber sido así: "¡últimas noticias!, ¡últimas noticias!, fusilado Aldunate en Catapilco. En Catapilco lo mataron, al canciller del dictador. ¡Últimas noticias!... ".

La pobre mujer al escuchar esta noticia fue sostenida por una de sus amigas, quien era nada menos que la abuela de mi suegra, quien la acompañaba en ese instante. El suicidio en la emabajada argentina del renunciado Presidente José Manuel Balmaceda vino a ser la culminación de ese desdichado año de 1891.

Finalmente, quisiera terminar con en forma más optimista(5), ya que pese a todo lo expuesto en esta columna, la fragmentada sociedad chilena de la época, fue capaz de curar sus heridas -propias de una guerra civil-, honrar a sus muertos y seguir adelante en busca de su felicidad.

(1) Las Batallas de Concón y Placilla, Las causas de la victoria, las razones de la derrota. Andrés Avendaño Rojas, Academia de Historia Militar.
(2) Las tropas balmacedista tenían el mismo uniforme de la Guerra del Pacífico, en cambio, la de los rebeldes era blanco. Por ello, durante las dos batallas aludidas, un grupo importante de oficiales y de tropa balmacedistas desertó en plena batalla, pasándose al enemigo. Para ello, se dieron vuelta la chaqueta para mostrar el color blanco de sus chaquetas -el forro- y de ese modo, evitar de ser confundidos.
(3) En ese sentido, la presencia y observaciones del coronel alemán Emilio Korner por el lado opositor, habría sido también una causa posible, ya que su experiencia y conocimientos habrían sido esenciales para el triunfo rebelde.
(4) Un caso emblemático fue el hundimiento de la fragata blindada Blanco Encalada en el combate de Caldera, fue también una tragedia y pasó a ser el primer barco en el mundo en ser hundido por un torpedo autopropulsado.
(5) En India, las películas de Bollywood, en general terminan con fiestas y baile porque como me comentara un profesor de ese país, la realidad es tan dura, que uno acude al cine para olvidar.

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