La política no es para fanáticos

Esta frase del Presidente Boric, emitida en Enade 2024, sin duda debe llevar a reflexión. Al parecer, es también el resultado de su propia introspección a partir de su experiencia como diputado, donde él y su sector cayeron en un ideologismo fanático.

Sin embargo, como ya lo he señalado en otra columna, él ha sido el único político capaz de cuestionar su pasado y hacer públicos sus errores, lo que ha generado un cuestionamiento en la oposición, que producto de ese fanatismo o envidia, lo consideran una voltereta. Ello habla muy bien de un Presidente que ha realizado un tratamiento de cura contra el fanatismo.

Si bien esta enfermedad los lleva a entregarse con fuerza por sus ideas, también suelen caer en la intolerancia, la violencia o la exclusión, porque en definitiva se caracterizan por ser además intransigentes, dogmáticos y sectarios. Con estas características parece muy difícil llegar a diálogos y acuerdos. Como decía un pensador, "un fanático es un individuo que tiene razón, aunque no tenga razón".

Es un enceguecimiento que termina por justificarlo todo por las ideas que se profesan. Son los mismos que mientras cuestionan con todo a sistemas totalitarios que son de signo contrario, justifican también con todo a los que son de su propio signo. Así, algunos de nuestros políticos apoyan a Nicolás Maduro, a Miguel Días Canel, a Kim Jong-un y a Daniel Ortega, entre otros. Mientras que desde el otro extremo defienden a políticos nefastos caídos casi en la delincuencia como Donald Trump.

Los fanáticos son antitotalitarios cuando no tienen el poder, pero cuando lo alcanzan usan todos los medios para sostenerse y mantenerse en éste, justificados por las virtudes de su visión política y del bien para la patria. Por eso los fanáticos políticos son susceptibles de ser manipulados por líderes carismáticos lo que exacerban la polarización y la división del país.

Es claro que esta realidad afecta a gran parte de nuestra política. Naturalmente, con mayor proporción en los extremos. Según el filósofo Fernando Savater, "el fanático es quien considera que su creencia no es simplemente un derecho suyo, sino una obligación para él y para todos los demás".

Es clave para vacunarnos de este mal fomentar el pensamiento crítico, educar en el diálogo abierto y respeto a la diferencia de opiniones. Formar mejor a la sociedad en Educación Cívica para que quienes participen en política lo hagan de manera más informada y reflexiva. Pero por sobre todo generar las leyes y las condiciones que inviten a dedicarse a la política solo a quienes les interesa el bien común, por sobre su interés individual. Aunque ello implique una significativa baja de remuneraciones para que no sea un estímulo el ingreso económico por sobre su misión.

En la hora en que todos están de acuerdo en realizar grandes cambios a nuestra política, es también momento para sanarnos de esta fanaticada que en alguna medida es causante de tenernos estancados como sociedad.

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