En su columna publicada el 11 de septiembre en El Mercurio, Axel Kaiser hace vanagloria de su fatal ignorancia. En ella, acusa a Karl Marx de impostor, un ser repleto de odio y de desprecio por la humanidad, egoísta y resentido. Y termina aduciendo que estas características han inevitablemente impregnado su doctrina, y agradece que se haya claudicado el “sueño criminal y totalitario de sus seguidores”. Ya sabemos a qué se refiere.
La columna devela la miseria de la filosofía de la derecha chilena, que insiste ciegamente en la dominación absoluta del libre mercado. Una hipótesis tan falaz como ignominiosa.
El autor emplea referencias malintencionadas del gran filósofo español Antonio Escohotado, del economista liberal austriaco Ludwig von Mises, del periodista e historiador conservador inglés Paul Johnson y del periodista y filósofo liberal francés Jean-François Revel.
Salvo von Mises, todos fueron izquierdistas en su juventud, pero tras desilusionarse de la experiencia del socialismo soviético, se sintieron persuadidos por las ideas liberales y terminaron enarbolando la defensa del libre mercado. Son conversos, en el argot político chileno.
Por su parte, von Mises, fue autor de un famoso libro contra el Socialismo (“Die Gemeinwirtschaft”) en 1922, el cual fue considerado como exagerado y ofensivo por su propio pupilo, Friedrich von Hayek.
La crítica de Kaiser carece de cualquier argumento serio, en cuanto realiza acusaciones ad hominem para desacreditar una línea de pensamiento que aparentemente desconoce. En otras palabras, su panfleto evidencia la debilidad epistemológica de una derecha liberal fundamentalista, donde la falta de debate sesudo permite la publicación y celebración de la ignorancia y la mediocridad.
Karl Marx contribuyó a develar los conflictos inherentes a la sociedad capitalista (bürgerliche Gesellschaft, en la denominación original heredada de Hegel).
Nunca se consideró inventor del socialismo, sino más bien el intelectual que puso sus habilidades al servicio de les misérables. Perseguido políticamente por el Estado prusiano, se vio vetado de puestos académicos en su tierra natal y posteriormente desterrado. Incluso en el exilio, la presión prusiana le obligó a migrar reiteradas veces.
Ni siquiera en Londres encontró la paz. Como detalla Gareth Jones, las condiciones de vida para inmigrantes en Inglaterra eran cada vez más paupérrimas. Aun así, Marx y su partido sacaron adelante un método de análisis del presente enraizado en la historia y en el arte de la crítica epistemológica.
La esencia de su obra no radica en los limitados pronósticos sobre el futuro socialista ni en las frases sensacionalistas que muchos gustan repetir, sino que en las miles de páginas que develan los mecanismos orgánicos de la sociedad capitalista, desde sus orígenes hasta su presente.
Por supuesto, Karl Marx fue un hombre situado en su propio contexto histórico. Nacido en un Tréveris recientemente retomada por Prusia, pero con muchas reticencias contra el desigual sistema impulsado por el Kaiser.
El mismo Karl Marx se alzó en defensa del Code Napoleón que aseguraba igualdad ante la ley (incluyendo a los judíos) y el resguardo de las libertades personales, entre ellas, la libertad de prensa.
Su formación intelectual se dio de la mano del influyente grupo de los Jóvenes Hegelianos. Si bien fue muy cercano a Bruno Bauer, Ludwig Feuerbach y Arnold Ruge en un principio, la maduración de sus ideas le llevó a escribir ácidas columnas contra las posiciones de sus viejos maestros.
Probablemente no le vendría mal a Kaiser leer a Karl Marx y crear su propia crítica, en lugar de seguir repitiendo falacias trasnochadas de la Sagrada Familia liberal.
Puede que después de leer el “Grundrisse” se dé cuenta de la importancia que le otorgó Karl a los valores liberales y de la centralidad de la realización del individuo en su proyecto de socialismo.
O que después de estudiar “El Dieciocho Brumario de Luis Bonaparte” comprenda la complejidad de su método analítico.
O que tras revisar “Herr Vogt” aprenda el delicado arte de la crítica, en la cual, según Escohotado, Marx era un genio.
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