Su canto no lo vence la muerte

Habíamos cenado con él y muchos amigos  recién el viernes pasado en uno de sus conciertos en un conocido local de Ñuñoa. Esa noche actuó junto al excelente grupo Tricahue de música latina y caribeña.

Llegó directamente desde la Clínica por su tratamiento contra el cáncer, derecho a su compromiso de actuación. Nos abrazamos, conversamos un poco y a los minutos ya estaba Max Berrú en el escenario ante el aplauso de algunas decenas de sus amigos que tanto le queremos.

Sabiendo que todos los presentes sabíamos de sus problemas de salud, lo primero que dijo esa noche antes de cantar fue  “…con tanto cariño de mis amigos... ¡no me pienso morir!

Nos emocionó escucharlo cantando como siempre, a pesar de sus dificultades de salud, y un momento especial fue cuando, sentado frente a frente a su compañera, Mónica, cantaron mirándose ambos a los ojos aquella bella canción de Victor Jara “Cuando voy para el trabajo”.

Fue un privilegio haberle conocido, haber disfrutado de su amistad por muchos años, haber estado en  Quito en casa de su familia, haber coincidido en nuestras apreciaciones de la política  en Chile y en Latinoamérica, haber compartido tantos y tan gratos momentos allá en ese lugar de encuentros que fuera su “Mitad del Mundo” de la calle Rancagua esquina de Condell y, por sobre todo, conocer de cerca su enorme calidad humana, su modestia, su solidaridad.

Nos acompañó muchas vecn la presentación de un libro nuestro, “El Desaforado”, acerca del proceso al dictador Pinochet y que comentaron el escritor José Miguel Varas, mi apreciado colega Andrés Aylwin y el dirigente mexicano Raúl Alvarez Garín.

Este ejemplar latinoamericano vino por primera vez a nuestro país sólo para presenciar el  Campeonato Mundial de fútbol de 1962, pero terminó quedándose a vivir acá para siempre.

Nunca olvidó a su Ecuador al que regresaba continuamente y en donde se le aprecia tanto como en Chile y de lo que dio testimonio el emotivo saludo que enviara a su partida el ex presidente Rafael Correa.

Max fue uno de los fundadores del destacado grupo musical Inti Illimani que es parte luminosa de la historia contemporánea de la Canción chilena. Desde ese lugar acompañó el histórico proceso que condujo al  gobierno de la Unidad Popular del Presidente Salvador Allende.

Tras el golpe de Estado de 1973, impulsado por la derecha chilena bajo la dirección del gobierno estadounidense, aportó desde su exilio junto al destacado conjunto musical del que formaba parte al gran esfuerzo de la solidaridad internacional que tanto influyó en la condena a la dictadura.

A su regreso al país estuvo siempre donde fuera necesario para luchar contra la dictadura y alentar las batallas contra el modelo de sociedad impuesto por los golpistas y que hasta nuestros días sigue siendo tarea pendiente. Militante activo del Partido Comunista, dirigente comunal de su organización, formó parte además del Centro de Extensión e Investigación Luis Emilio Recabarren, CEILER, fundado el 6 de julio del año 2012 por un grupo de compañeros y entre ellos Max Berrú quien tiempo después fue elegido como Presidente cumpliendo una destacada labor.

Del enorme aprecio que miles sienten por él da testimonio  la enorme concurrencia de personas, grupos musicales y organizaciones sociales democráticas del más variado signo político que han repletado el lugar de su velatorio en la que fuera casa de Neruda con Delia del Carril, la llamada casa “Michoacana”.

Personas de distintos partidos políticos repletaban el enorme espacio, han sido numerosos los militantes demócratacristianos, socialistas, radicales, comunistas.  Se recibió además el saludo y la visita de la ex Presidenta Michelle Bachelet.

Es conocida la situación que separó a distintos integrantes del Inti Illimani, todos eximios artistas. La noche del velorio de Max estaban todos juntos despidiendo a su noble compañero.

Es que hay luces que iluminan nuestra vida y nuestras acciones y que de pronto se apagan. Este mismo año por ejemplo fue el fallecimiento de otro gran ser humano, el escritor Poli Délano. Pero nos quedan sus libros, sus enseñanzas, sus lecciones de vida.

Lo que sucede es que, como en el caso de tantas y tantos a lo largo de la historia, cuando pasadas las horas de su partida los que aquí quedamos sentimos que somos capaces de superar la humana tristeza, sus luces vuelven a encenderse y su ejemplo, como es el caso de Max, iluminan el camino de todos los que estamos seguros que luchando cada día es posible construir un mundo mejor.

Nos hará mucha falta Max, pero el ejemplo de su vida, de su canto y de su consecuencia nos acompañarán por siempre.

 

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