Y el sueño fue posible. Rugió el león

He tratado siempre en mi vida de ser consecuente y objetiva. Aún hoy día. Con mi corazón azul, pletórico de alegría, trataré de objetivar este triunfo.

No es hoy, que la “U” se coronó campeón. Fue apenas la consecuencia de un sueño, que solo se quedaría en eso, si no se hubiese reaccionado para que ocurriese.

Todo camino largo comienza con una estrategia de cómo ir saltando las vallas, que se colocan en su trazado. De a uno. Se salta uno por uno el obstáculo. El que debía dirigir con su cayado, el abrir de las aguas, para que se cruzara ese océano inmenso, que eran, temporadas de frustraciones y un camarín arrodillado a sus desventuras, tenía, que ser un hombre especial.

Uno, que comenzará a sanar las almas. A enseñarles el sentido espiritual, que conlleva cualquier actividad. A impregnarlos de una inteligencia emocional. Y llegó ese iluminado. Que no sólo devolvió la fe y la esperanza, sino que les dio unas ganas de vivir para y por el fútbol.

Ángel Guillermo les devolvió la fe. No solo en el sentido religioso, sino que, en situaciones adversas, éstas, no son para detenerse, sino para aprender y crecer. Este hombre mesurado, tranquilo, que no cae en depresión con las derrotas ni en la euforia demente con los triunfos. Se convierte así  en el corazón de esta renovada “U”.

La “U” tomo lo mejor de este hombre. Cada una de sus figuras alzó su rendimiento en un porcentaje impensado. Les dio un baño de espuma de tranquilidad.           

La “U” se ha redimido con su salvador, porque le creyó. La “U” es el mejor equipo y con justicia campeón. Valla menos batida. Goleador del torneo. Con un rendimiento en los últimos dos tercios, superlativo

Pero a mí me gusta, más que este título, la forma como empoderó a un grupo de jugadores, desorientados, sin ilusión, para convertirlos en un equipo, solidario, hermanado, funcional, con una fe profunda en su líder y creyendo en sus propias y virtuosas cualidades.

Es decir, de este puñado solo de corazones, los convirtió en corazones, almas y espíritus guerreros, que lucen con orgullo junto a esa hinchada sin igual, la 18 en sus pechos.          

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