La historia de sucesos que ha acompañado los ahora ya reconocidos internacionalmente, “Juegos de la Hora en Chile”, se encuentra próxima a cumplir 100 años, desde que en1918 se hiciese la primera modificación. Tal como lo dijo The Wall Street Journal en su publicación el pasado 12 de mayo, “Las autoridades no pueden resolver qué hora establecer”.
A pesar de todo, nuestras Autoridades de turno parecen seguir empeñadas en actuar apresuradamente, con decisiones que impactan a un país entero. Año a año, sin falta e insoslayablemente, se cambia la hora en Chile con un simple Decreto Supremo del Ministerio del Interior. Este 2016, no fue la excepción. Dado este recurrente escenario, la probabilidad que esta situación continúe, es alta.
Por esta misma razón, es preciso recordar que Chile no es una isla ajena a los efectos de la globalización. Es más, Chile, con su estrategia de política comercial, dispone de acuerdos comerciales y de libre comercio con más de 60 países, lo cual le genera una obligación en múltiples dimensiones.
El intercambio comercial implica a la nación la provisión de un sinfín de servicios para soportar la ejecución de estos acuerdos comerciales, desde vuelos entre las naciones bajo el acuerdo, uso de infraestructura hotelera, de telecomunicaciones, servicios públicos, transportes, reservas de hoteles, restaurantes, arriendo de vehículos, entre algunos.
Hoy, en pleno siglo XXI, al Juego ya se le han adicionado otras variables, como la disminución de la delincuencia, el trastorno del sueño en los niños, accidentes de tránsito, productividad o ahorro energético.
La medida este año, la séptima en los últimos siete, sumó una nueva caída de la imagen país, con situaciones inéditas como la imposibilidad por varios días de realizar transacciones electrónicas en varios prestigiosos bancos, porque se les desincronizó el reloj del “digipass”; autopistas que hicieron cobro de horario punta cuando éste aún no correspondía, junto a una indeterminada lista de silenciosos afectados, como quienes viajan hacia y desde Chile, automovilistas, clientes bancarios, empresas de servicios, los usuarios de los más de 17 millones de teléfonos celulares, con millones de usuarios de calendario con soporte de zonas horarias, que se enteraron con sorpresa que fueron modificadas sus reuniones agendadas.
Cuatro son al menos, los momentos en el año preocupantes que las organizaciones deben redoblar sus esfuerzos para regularizar sus sistemas computacionales, debido al cambio de hora: dos para evitar los cambios de hora programados según las reglas fijadas el año anterior y los otros para realizar un cambio que no estaba programado, en las fechas que aleatoriamente fijó la Autoridad para el año en curso con algunas semanas de antelación.
A este desgaste de energía se suma el efecto negativo que produce la situación en la productividad, el stress de las personas por llegar tarde, reuniones que no se realizaron y debieron volverse a coordinar, negocios que no resultaron o se desplazaron, la pérdida de reservas.
Empresarios, Rectores de Instituciones de Educación Superior y Directores de Servicios Públicos, conocen hace tiempo el impacto que les significa a sus organizaciones que se les cambie cuatro veces la hora todos los años. Ellos deben dar la cara a sus usuarios y clientes por cualquier problema en sus servicios.
La propuesta del Colegio de Ingenieros de Chile es pasar del vulnerable Decreto Supremo del Ministerio del Interior a una Ley, donde se fije la hora y se establezcan las reglas claras por un buen tiempo. Una Ley sería el instrumento más robusto que habría frente a la tentación de alguna Autoridad al querer cambiar la hora.
Si queremos ser un país grande, con altura de miras, con una imagen seria y respetada, es necesario que actuemos como adultos responsables, sensatos, autónomos, rigurosos y valientes.
Si queremos llegar a tiempo en la carrera de la competitividad y del mejor bienestar para Chile, dejemos de jugar con el reloj. Por más que se intente de ajustar, ya vamos tremendamente atrasados en la competencia. Hagamos lo que corresponde para que los “Juegos de la Hora en Chile” sean algo del pasado.
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