A pocos días de haber terminado los Juegos Olímpicos de Tokio 2020, en Japón, donde participaron más de 11.000 deportistas de 186 países, aún quedan en la retina imágenes inolvidables de atletas alcanzando la gloria máxima o sufriendo duras derrotas, demostrando muchas veces nobleza y compañerismo, en una fiesta que cada 4 años reúne al mundo en torno a ideales que han sido parte de nuestra historia desde hace casi 3.000 años, y que elevan nuestra naturaleza humana a su máximo esplendor.
El movimiento olímpico moderno fue concebido en 1894 por Pierre de Coubertin, con el objetivo de "contribuir a construir un mundo más pacífico y mejor a través del deporte". Los Juegos Olímpicos son reconocidos universalmente como la gran fiesta mundial de la paz, donde se dejan de lado todas las diferencias políticas y religiosas, y nos reencontramos con lo mejor de nuestra naturaleza humana. El olimpismo, representado por el símbolo de los cinco anillos entrelazados, es sin duda uno de los mejores "inventos" de la humanidad, y continúa inspirando a las nuevas generaciones.
Pero el olimpismo va mucho más allá de los Juegos e, incluso, del deporte. Es una filosofía de vida, que promueve los valores de excelencia, amistad y respeto, y permea todos los ámbitos de la vida y del quehacer humano. Cabe preguntarse entonces si los valores del olimpismo deben formar parte también de la actividad empresarial.
La excelencia, como ideal olímpico, busca entregar siempre lo mejor de uno en la cancha y en la vida. Todos sabemos del esfuerzo y sacrificio que los deportistas olímpicos ponen en lograr sus metas, venciendo la adversidad y poniéndose de pie una y otra vez hasta lograr el éxito. La actividad empresarial requiere también de fortaleza, determinación y empuje a pesar de todos los inconvenientes, qué duda cabe. Al igual que los deportistas olímpicos, los empresarios y ejecutivos exitosos no temen a la competencia, porque saben que es parte fundamental de la vida, y solo a través de ella lograrán alcanzar la mejor versión de sí mismos y de sus compañías.
La amistad, como valor olímpico, busca construir un mundo mejor a través de la solidaridad, el espíritu de equipo, la alegría y el optimismo, generando vínculos de confianza y comprensión entre las personas sin importar sus creencias, razas o religiones. El olimpismo forja a través del deporte amistades y relaciones sólidas para toda la vida. Los empresarios y ejecutivos saben también de la importancia de construir vínculos de confianza y relaciones sólidas con sus clientes, trabajadores, proveedores y comunidades, reconociendo al otro en su dignidad, necesidades y legítimas aspiraciones, y generando valor para todos mediante la actividad empresarial.
Finalmente, el respeto reconoce los principios y valores éticos que inspiran a todos quienes participan en el movimiento olímpico. El respeto debe ser hacia uno mismo, los compañeros, los adversarios, las reglas, las autoridades, las comunidades y el medioambiente. El respeto nos une, eleva nuestra condición humana y nos hace mejores como sociedad. Por eso nos emocionan las imágenes de deportistas demostrando respeto a sus adversarios, siendo humildes en la victoria e hidalgos en la derrota. Los empresarios y ejecutivos exitosos saben bien que solo adhiriendo a los más altos estándares éticos, de respeto e integridad, es posible construir empresas sustentables que logren el éxito y perduren en el tiempo.
No es necesario ser atleta olímpico para vivir los valores del olimpismo. El olimpismo, como filosofía de vida, trasciende la esfera del deporte y nos ayuda a ser mejores personas, a encontrar esa humanidad que nos une y a construir una sociedad más pacífica y mejor. Por esto, el ideal olímpico, y sus valores de excelencia, amistad y respeto, son hoy, más que nunca, necesarios, y deben ser, sin duda, una fuente de inspiración para nuestra actividad empresarial.
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