Si analizamos objetivamente lo que ha estado ocurriendo durante los últimos años en materia de educación en Chile, el resultado es francamente desastroso y da lástima, porque hasta el momento, ninguna de las medidas que se han tomado ni en este ni en el anterior Gobierno han logrado mejorar los aprendizajes ni el desempeño docente al interior del aula, que es el único lugar donde se gana (o se pierde) la calidad de la educación.
¿Gratuidad e inclusión? Bien, pero eso no mejora, necesariamente, los aprendizajes ni eleva el desempeño de los profesores. Eso es importante y mucho, pero no basta, si lo que realmente se busca es mejorar la educación.
Un ejemplo para imitar. Hace unos doce o quince años, en Cataluña su gobierno autónomo se vio enfrentado a satisfacer una fuerte demanda social que exigía mejorar la educación pública. De verdad. ¿Qué se hizo allá? Primero, quienes integraban los equipos gubernamentales de educación eran competentes, profesionalmente hablando, y les interesaba realmente mejorar la calidad de la educación.
Segundo, esas autoridades recurrieron a los expertos en crear materiales educativos, que son las editoriales dedicadas a ello por largo tiempo, seleccionaron a las tres más importantes y las invitaron a competir entre ellas para crear los materiales educativos que requieren los estudiantes del siglo XXI, la mayoría nativos digitales.
Luego, ofrecieron a las tres editoriales seleccionadas financiarles durante dos años su proceso creativo para que se dedicaran exclusivamente a confeccionar los nuevos materiales educativos que, obviamente, debían ser digitales e interactivos, dejando en el pasado los textos en papel, tan meritorios en la educación de los siglos anteriores, pero obsoletos en el actual.
¿Qué hicieron estas editoriales seleccionadas para competir con buenas posibilidades y con herramientas honestas y legítimas? Conformaron grupos de expertos en educación (profesores de destacada trayectoria y experiencia en el aula, especialistas en aprendizajes, metodólogos, psicólogos del aprendizaje…) y expertos en lenguajes computacionales (ingenieros informáticos, programadores, creadores de juegos didácticos), a los que agregaron a expertos diseñadores, ilustradores y guionistas.
Les hicieron un contrato justo y les comunicaron su misión: crear los nuevos materiales educativos (léase textos digitales interactivos) para los estudiantes del siglo XXI que tienen al alcance de su mano con un solo clik todo el conocimiento humano que está disponible en la red de Internet.
Por supuesto, también les fijaron el plazo de entrega, dos años.
El resultado fue que los materiales creados por una de esas tres editoriales seleccionadas fueron estudiados imparcial y objetivamente, sin que intervinieran presiones, dádivas ni coimas, y fueron puestos a prueba en diversos establecimientos tanto públicos como privados. Cuando los resultados obtenidos avalaron la calidad del nuevo material, las autoridades gubernamentales lo adquirieron y lo implantaron en todos los establecimientos educacionales bajo su tutela.
Desde entonces, ya han sido empleados en España exitosamente por dos generaciones completas de estudiantes en todos los niveles escolares y asignaturas, evidenciando un incremento en sus aprendizajes y en la generación de nuevo conocimiento, lo que va más allá de simplemente repetir de memoria.
Una vez que fueron creados estos materiales, el Gobierno autónomo catalán echó mano a sus recursos y adquirió computadores para todos los estudiantes, reforzó las redes locales de Internet y dotó a cada sala de clases de un proyector.
Por supuesto, las autoridades educativas no olvidaron capacitar a todos los profesores en el empleo de estos materiales ni tampoco fiscalizar que los equipos computacionales efectivamente se emplearan en las clases y no permanecieran guardados bajo llave en una bodega. También invitaron a las universidades a involucrarse en el tema, preparando a los futuros profesionales de la educación.
En síntesis, el problema de la calidad de la educación fue resuelto con cerebro y entusiasmo.
¿Algo de lo anterior se ha hecho en Chile?
La respuesta es que sí, pero mal y al revés.
Veamos. A partir del año 2000, el Estado chileno, a través del ministerio de Educación y su programa “Enlaces”, compró grandes cantidades de equipos computacionales (computadores, proyectores, pizarras digitales, tablets, carros cibernéticos…) y los distribuyó a lo largo de nuestra geografía, llegando hasta las más recónditas escuelas, pero… quedaron guardados en sus cajas durante años, algunos se “perdieron” y no cumplieron con el objetivo original, porque los profesores no fueron capacitados en su uso. Toda una gran inversión económica perdida. Paralelamente, el Estado chileno a través del ministerio de Educación y su “Unidad de Currículum”,compró y distribuyó millones de textos escolares en papel que fueron licitados en procedimientos muy discutibles, textos escolares que hoy no responden a las necesidades y expectativas de los estudiantes actuales, porque son parte de una metodología añeja que ya ha sido superada en casi todo el mundo.
En suma, otra gran inversión económica perdida. Y ya van dos que en conjunto suman miles de millones de dólares. Perdidos por mal utilizados. Por no pensar un poco.
Una realidad desconocida por la mayoría de los chilenos (todos), las escuelas municipales chilenas actuales cuentan con equipamiento tecnológico (computadores, redes de Internet, conexiones, proyectores) que supera con creces a la de la mayoría de los más renombrados colegios particulares del barrio alto de Santiago. Pareciera una falacia, pero no lo es.
Basta con visitar a unos y otros establecimientos para comprobarlo. Hay colegios privados que cobran una mensualidad cercana o superior a los $400 mil pesos y no cuentan con computadores ni proyectores en cantidad razonable, mientras todas las escuelas municipales disponen de ellos en gran cantidad… pero no los emplean. Esta realidad es desconocida incluso por altas autoridades de gobierno vinculadas al sector educación.
¿Qué se puede (debe) hacer en Chile? No es necesario reinventar nada. Basta con importar las buenas prácticas y metodologías, pues nuestro país cuenta ya con el equipamiento necesario (los fierros, es decir, los equipos). Ahora es necesario invertir en calidad, y eso se puede lograr dotando de contenidos educativos digitales a los equipos existentes. Es lo que ya han hecho países como México, Brasil y Ecuador, cuyas autoridades educativas comprendieron que los mismos materiales educativos digitales creados y probados en España respondían a las necesidades educativas de sus estudiantes locales cuyo marco curricular es muy similar, que es lo que también ocurre en Chile.
¿Puede Chile solventar el gasto que implica este avance? La respuesta es un rotundo sí, porque actualmente el Estado destina mucho más en la compra de textos escolares en papel, en almacenarlos y en distribuirlos a lo largo del país, llegando siempre con retraso, cuando el año escolar ya está en pleno desarrollo.
Con el solo ahorro en bodegaje y distribución, el Estado chileno podría adquirir textos educativos digitales e interactivos de calidad para todos los estudiantes públicos en todas las asignaturas y cursos, haciéndolos llegar a los destinatarios con un solo clik en menos de un segundo.
¿Cuál es el monto de esta inversión (porque no es un gasto)? Menos de lo que se puede imaginar, tres dólares americanos por estudiante al mes, es decir, un valor cercano al precio de una cajetilla de cigarrillos, artículo cuyo valor fue aumentado precisamente para financiar una educación de calidad que todavía no hemos logrado, porque nuestras autoridades desconocen el tema y lo han dejado a la suerte de una tómbola y de un bingo, ignorando que la educación de calidad nunca ha sido producto del azar, sino de una estrategia bien pensada, como ocurrió en tiempos de Pedro Aguirre Cerda o de Eduardo Frei Montalva.
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