Acceso a la educación superior

Por tercer año consecutivo la matrícula de educación superior presenta un crecimiento casi nulo. De hecho los datos recientemente publicados por el Mineduc muestran un incremento de sólo un 0,5% en los estudiantes de educacion terciaria.

Pero este aparente status quo del sistema en verdad esconde algunos números sorprendentes que nos debieran hacer cambiar la forma en que nos aproximamos a la Eduación Superior y a las políticas públicas que se requieren para su desarrollo.

Este año más de 355 mil estudiantes se incorporaron a la eduación terciaria

¿A las Universidades dirá Ud.? No.

El 55% de los nuevos alumnos se matriculó en un Instituto Profesional o Centro de Formación Técnica. Los alumnos que año a año se inscriben en una Universidad en verdad son una minoría y con una tendencia a la baja.

¿Por un sistema de selección tipo PSU? No.

Apenas un 37 % de los nuevos alumnos se inscribió en un programa que considera la PSU entre sus requisitos de ingreso. De ellos 33 mil nuevos alumnos se matricularon en un programa con puntajes de corte sobre 600 puntos. En conclusión, la PSU funciona como un sistema de selección para menos del 10% de los alumnos nuevos.

¿En un programa tradicional, con clases todo el día, de lunes a viernes. Tampoco.

La matrícula en modalidad presencial está decreciendo, mientras que los alumnos matriculados en modalidad no presencial han crecido un 132% en los últimos cuatro años. Son personas con 35 años de edad promedio, que trabajan y estudian a la vez. 

Por estos días se debate en profundidad respecto del diseño y puesta en marcha del sistema de acceso a la educación superior, tal como lo establece la Ley 21.091 que debe comenzar a operar el 2020.

Cualquier análisis cuidadoso de los datos ya expuestos nos debieran llevar a concluir que el nuevo sistema, cuando menos debiera considerar tres características claves.

Ser concebido tal como su nombre lo declara un sistema de acceso y no de selección. Mucho menos puede pensarse como un mecanismo tipo PSU, que como ya vimos se aplica a una pequeña porción de los estudiantes de educación superior.

Ser un sistema flexible, que no esté concebido desde las lógicas tradicionales, que articule distintos tipos de programas e instituciones, con múltiples sistemas de admisión en diferentes períodos del año, que conciba a un estudiante que trabaja y estudia y que puede entrar y salir de la Educación Superior varias veces a lo largo de su trayectoria laboral. 

Que, en definitiva, se haga cargo de una Educación Superior distinta de la que hemos conocido en las últimas décadas, mucho más flexible y para todos.

El nuevo sistema de acceso no debe ser reconocido por su capacidad seleccionar o excluir, sino por su aporte a la inclusión de todos los chilenos a la Educación Superior.

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