Miles de estudiantes chilenos han concretado este mes su anhelo de acceder a la educación superior, gracias a la política de gratuidad implementada por el Gobierno. Son estudiantes que en su mayoría no habrían podido hacerlo sin esta ayuda o bien tendrían que haber hecho enormes esfuerzos para conseguir los recursos, con el consiguiente endeudamiento que esto significa.
Como ya hemos señalado anteriormente, para la Universidad Católica Silva Henríquez (UCSH) adherir a la gratuidad siempre fue una decisión reflexionada al alero de su misión e identidad y una exigencia de coherencia con su proyecto educativo. Es así como nos enorgullece que el 64,5% de nuestros nuevos estudiantes matriculados hayan ingresado a nuestras aulas con gratuidad.
La gratuidad es un hecho. Los jóvenes ya están en las aulas de muchas universidades y junto a ellos emerge un mundo de ilusiones y aspiraciones, pero también el descubrimiento de muchas carencias y debilidades que deben atenderse con responsabilidad y constituyen un gran desafío para las casas de estudio. No se trata solo de abrir las puertas a los jóvenes para que puedan aspirar a un mejor futuro, sino cómo trabajamos ahora con ellos y cómo los acompañamos para que realmente puedan alcanzar su objetivo.
Sabemos que para muchos el gran desafío es la baja de los ingresos por los aranceles asociados a la gratuidad; pero para nosotros el desafío mayor, sin negar el anterior, es cómo hacer de la experiencia de estos jóvenes que llegan a la universidad, una experiencia de calidad que atiende con pertinencia su realidad.
De ahí la importancia de las acciones tutoriales y de seguimiento que puedan realizarse con estos nuevos estudiantes, con el fin de brindarles las herramientas necesarias para que tengan un buen desempeño y logren un año académico exitoso. Así lo hemos entendido y hoy nuestros esfuerzos a están destinados a ello.
Pero junto con acompañar adecuadamente a los jóvenes y su inserción en el mundo universitario, la gratuidad trae consigo también otro gran desafío.
Sabemos que su implementación es un acto de justicia ante las inequidades de nuestro sistema, pero al mismo tiempo no debiese convertirse en acto de individualismo y de falta de compromiso con la sociedad. Tanto a las universidades como a cada uno de sus estudiantes, la gratuidad le exige un doble compromiso, pues junto con ser un mecanismo que permite el derecho a la educación, ese mismo derecho trae consigo un deber, que es el compromiso con los demás. Es Chile quien invierte en el futuro de sus jóvenes y es ese mismo Chile el que espera que sus profesionales estén al servicio del país.
La gratuidad es sin duda el más grande avance educacional de los últimos tiempos y esperamos que su cobertura continúe avanzando más allá del gobierno de turno. El desafío mientras tanto es brindarle el mejor acompañamiento posible a los jóvenes que ya han sido beneficiados y entregarles una formación de calidad y comprometida con nuestra sociedad.
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