El no-populismo del gobierno de Bachelet

Este año, como tantos otros años que ya pasaron, asistimos a una presentación más de ese episodio que se llama “movimiento estudiantil”, esa nominación que en otra época tuvo la fuerza de interpelar al mundo “adulto” y de regocijarse de halagos, canciones y miradas esperanzadas, hoy los medios la han transformado en una nominación que aísla, qué desresponsabiliza pues parece resumir un conflicto que no incluye a ningún otro actor ciudadano.

¿En qué momento la educación dejó de ser un problema de todos? Recordemos que en el 2011 hasta se realizó un histórico cacerolazo en contra de la represión del gobierno de Piñera contra los estudiantes secundarios.

Recuerdo perfecto a los hoy caras (in)visibles del gobierno de Bachelet  caceroleando indignados en torno a una barricada en José Miguel de la Barra con Monjitas. Esos mismos que hoy dicen que los padres de los estudiantes secundarios deben pagar los daños, hacerse cargo de las consecuencias y tantas otras de las frases imperativas y airadas que están de moda. ¿Qué pasó? Estaba mal golpear estudiantes cuando era Sebastián Piñera presidente, pero está bien cuando la represión la dirigen y encabezan los personajes de la Nueva Mayoría.

En realidad, en lo concreto, no parece haber cambiado nada excepto ustedes. Ustedes que parecen haberse habituado a que niñas y niños sean golpeados, reprimidos, manoseados, ignorados y descalificados como actores.

Esta ritualidad de la protesta estudiantil ustedes la interpretan como un rito de pasaje, un hito en el desarrollo evolutivo de los jóvenes, una fase, una etapa. En ello no habría entonces ningún contenido político que tratar, más bien al contrario, es el momento en el que el padre reaparezca en su versión más autoritaria, más brutal, así estos jóvenes guerreros tienen “con que entretenerse”.

Claramente, esta interpretación filogenetista es bastante cómoda para quienes hoy buscan desesperadamente argumentos para sostener su posición existencial al interior de un gobierno plagado de inconsistencias indefendibles política y moralmente. Sin embargo, la porfiada realidad insiste en manifestarse y los actores políticos no se dejan reducir a esta clase de explicaciones psico antropológicas desmesuradas.

Si hay algo concreto, es que los estudiantes tienen miles de razones para tomarse los espacios, estar enojados, no cuidar la infraestructura y para no ser responsables de una ciudad que no les pertenece. Los movimientos estudiantiles desde que se inició la pos dictadura han requerido para constituirse, superar la desconfianza, el escepticismo, el sectarismo  y tantas otras herencias graciosas que la dictadura nos legó.

Al mismo tiempo han demandado bajo distintas consignas, formas y métodos las mismas cosas año tras año. ¡Qué la educación sea un derecho! Y eso, además se materializa en cosas bien concretas: educación gratuita, pública, universal e igualitaria para todos y todas, desmunicipalización, pasaje estudiantil gratuito en la locomoción colectiva y un nuevo sistema de selección universitaria que no castigue a los más pobres.

¿Cómo es posible que esas demandas materiales y concretas año tras año sean burladas?

¿Cómo es posible que se hagan anuncios de gratuidad que terminan siendo falsos?

¿Cómo es posible que aún los estudiantes tengan que pagar nuestro pésimo y carísimo transporte público?

La sordera del Estado chileno es impresionante, la complicidad de los movimientos políticos que se dicen “progresistas” es mortífera. Pero lo que ya simplemente es inaudito es que las autoridades y los ciudadanos de a pie se muestren perplejos ante la violencia de las manifestaciones y acciones del movimiento. Los estudiantes llevan más de cuatro semanas en paro, tomas y manifestaciones,  y han sido golpeados, gaseados, desalojados y criminalizados y no han recibido ninguna respuesta.

Los estudiantes llevan más de 16 años movilizándose y lo único que ha cambiado es el número de ceros de la deuda (nuestra deuda), esa deuda por la que deberán emplearse en cualquier cosa para poder pagar.

No, si hay algo que yo no podría decir de Bachelet y la Nueva Mayoría es que sea populista, todos los participantes de esa coalición de “progresistas” son perfectos garantes de que no nos hagamos ilusiones de que somos, de que fuimos o seremos portadores de un derecho social. Nuestro único derecho es el de endeudarnos y callar. 

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