Liderazgo escolar ¿para cuándo?

Durante las últimas décadas cientos de investigadores en el mundo han estudiado cuáles son las características de las escuelas efectivas. Hay dos elementos que siempre se repiten: la calidad de los docentes y del liderazgo escolar. Hace unos meses, en Chile se aprobó el nuevo sistema de perfeccionamiento docente, pero poco se ha avanzado en lo segundo.

La evidencia es clara, no hay procesos de mejora sostenibles sin la presencia de equipos directivos potentes, capaces de fijar metas comunes para cada integrante de la escuela, crear las condiciones para el trabajo colaborativo, asegurar capacitación continua para los profesionales y mantener un diálogo abierto con las comunidades educativas.

Es por lo anterior que resulta incomprensible lo lento que han sido los cambios en esta temática.

¿Sabía usted que hasta el año 2005 los directores de escuela en Chile podían ser vitalicios?

¿O que recién desde el año 2011 se establece un plan de formación para directores? Y peor, como consecuencia de la carrera docente (una buena política, sin duda) el sueldo al que pueden aspirar los directivos es menor que el de los docentes más expertos.

Para alcanzar la anhelada educación de calidad, es ineludible el desarrollo de una carrera directiva. Es urgente una política que defina las trayectorias profesionales de los equipos directivos, detallando los tramos a los que podrán acceder, sus incentivos salariales y sus responsabilidades. Necesitamos trayectorias atractivas, en las que los mejores directivos dediquen parte de su jornada a formar a los futuros líderes de escuelas y puedan enfocarse en el aprendizaje de los estudiantes.

Una futura carrera directiva debe abandonar la lógica de “superhéroe”, en la que confiamos en que un buen director o directora logrará mejorar su escuela sin entregarle ningún tipo de apoyo adicional.

En Chile, casi ningún director recibe inducción por parte del sostenedor y el 80% experimenta un “shock” inicial en el cargo.

Es por eso que debemos construir una carrera directiva que incluya a directores y jefes de la unidad técnico profesional, que detecte tempranamente a los candidatos más talentosos, que entregue capacitación continua de acuerdo a las necesidades que enfrentan y le otorgue mayores atribuciones a directivos talentosos, para que sean ellos quienes tomen las decisiones que necesitan sus escuelas.

La mejora de las escuelas no sucederá sin antes impulsar una política seria de liderazgo escolar. Mientras no abordemos este tema, nuestros estudiantes seguirán esperando.

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