Según palabras del Profesor Abraham Magendzo, citadas por el Boletín de la Corporación de Promoción Universitaria, (N ° 1124, 31 de oct., 2017) en un contexto de análisis curricular “la pobreza es el espacio violador de derechos humanos más grande de todo el currículum, no solo de los derechos políticos y civiles, que son importantes, sino los económicos, sociales, culturales, ambientales, o el derecho a la solidaridad de los pueblos”.
Esto nos ofrece algunos elementos para enfocar el tema de la migración y la exclusión social en el mundo educacional, siendo los migrantes sujetos que sufren en sus lugares de origen o procedencia, escenarios de existencia que menoscaban su capacidad de desarrollo. De ahí que busquen nuevos destinos, en situaciones sociales que no necesariamente los acogen tal como ellos esperaban. Ahí, desde una situación de pobreza a otra similar, los migrantes tienen serias dificultades para integrarse en los nuevos espacios que los podrían amparan.
No obstante esto, las condiciones de destino no siempre son las más adecuadas para integrarlos a unas condiciones de vida superior a las que traen de origen. Los espacios que los acogen, dada la situación de vida de los habitantes ya establecidos u originarios por el devenir histórico, no siempre son los más adecuados para abrir condiciones de vida superiores a lo que denominamos como “pobreza”
A mediados de la década de 1990 la migración peruana se convirtió en un ámbito de estudio para las ciencias sociales en Chile. De ahí en adelante la migración es un fenómeno que toma cada vez más relevancia en el ámbito nacional.
La discusión sobre el tema tiene diversas aristas, y como muchos fenómenos sociales y económicos tiene su doble cara.
Por un lado, se considera positiva la inmigración cuando llegan profesionales, técnicos y obreros que ocupan puestos de trabajo claves que no pueden cubrir los nacionales, en áreas como la ingeniería, minería, medicina y servicios.
Y desde la mirada social existe la creencia de que ésta conlleva a enriquecer el país interculturalmente a través de los idiomas, comidas, música, costumbres, entre otros. De hecho, creo que muchos chilenos se sienten orgullosos cuando nombran a Santiago como ciudad “cosmopolita”.
Sin embargo, su cara negativa se observa en los perfiles de los extranjeros. Entre ellos encontramos a muchos exiliados políticos y familias en condiciones vulnerables, que requieren apoyo en diferentes áreas. Además, llegan personas con conflictos importantes y algunas violentas. A esto se le suma la esencia chilena de país elitista. Sobre esa base se construye la cara negativa de la migración, la que lleva al estigma social de los extranjeros sentada en la discriminación y exclusión social.
Esto conlleva a un importante desafío para el país en el ámbito de la inclusión económica y social de estas poblaciones de inmigrantes. Considerando el rápido crecimiento de los extranjeros en el país y el hecho de que Chile se ha convertido en un nicho atractivo para los inmigrantes, dado que tiende a ser percibido como un país “estable”, con crecimiento y facilidades idiomáticas para los latinos y españoles.
Según la Dra. Leidy Y. García, de la Facultad de Ciencias Sociales y Económicas de la Universidad Católica del Maule, Chile no estaba preparado para una corriente migratoria tal como ha acontecido estos últimos años.
Los servicios educacionales, de salud, de orientación laboral y la desconfianza típica del pueblo chileno hacia “los extranjeros”, no estarían en condiciones de atender a una población masiva de inmigrantes (además con un bajo nivel de estudios y condiciones precarias en el plano económico), lo cual acrecienta los niveles de exclusión en los distintos ámbitos de la existencia social y económica.
Esto implica un reto para el país de asegurar trabajo, salud, viviendas dignas y seguras, educación, participación social y política, y un cambio cultural en que se valoren las diferencias.
Así, Chile debe asegurar la inclusión social y superar el estigma cultural que la limita: el de “extranjeros”. Considerando que la inmigración impulsa la diversidad cultural, la inversión y permite cubrir las necesidades de especialistas y trabajadores no calificados. Más aún, la historia muestra el aporte relevante que hicieron las masas migratorias provenientes de Europa y Asía, en el siglo pasado.
Chile tiene una tarea pendiente con la inclusión de los inmigrantes en sus ámbitos económicos, culturales y sociales, especialmente los más vulnerables.
Las condiciones de recepción de los inmigrantes deben mejorarse dentro de una “política de migración”, moderna y flexible, pero a la vez dejando espacios en los cuales se consideren las necesidades propias del país, para que estas sean factores de unidad y no de exclusión de las nuevas poblaciones avecindadas en el territorio nacional. Hoy las condiciones de recepción deben considerarse como deficitarias desde distintas miradas (salud, educación, actitud de apertura de la población, entidades de servicios a los migrantes, etc.) y ello provoca una natural tendencia a la exclusión de dichas poblaciones.
Desde la perspectiva educacional, además de los necesarias adaptaciones administrativas y de convalidación, los currículos deben señalar las nuevas formas de afrontar las relaciones profesor, alumnos y comunidad, ofreciendo una educación abierta, practica y de alto contenido pluricultural, asimilando en el mismo los nuevos aportes culturales que traen consigo las poblaciones inmigrantes.
Esto permite un mayor nivel de adaptación de los migrantes a las ideas fuerzas que orientan la educación nacional y participar en la gestión curricular de manera positiva, con el aporte de su mirada cultural propia. El .currículo se nutre así de nuevas miradas, especialmente culturales, lo cual permite que este sea un marco educacional orientador de amplio espectro.
Esto, a la vez, implica que los alumnos chilenos miren la realidad de manera abierta y flexible y no solo encasillada en una mirada unidimensional.
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