Me encuentro en la playa, tranquilo y protegido, orillando este hermoso mar Pacífico que nos corresponde amar y proteger como un rico legado que debemos dejar a las nuevas generaciones.
Casi nada me inquieta, salvo un pequeño-gran vacío que recorre mi ser desde lo más profundo de su intimidad. Reflexiono y me pregunto que será este vacío, tan claro y difuso a la vez. Miro el mar y veo a lo lejos el horizonte, cada vez más lejano, con su inmensidad que a muchos nos produce una sensación de pequeñez de lo humano frente a un universo grandioso en sus dimensiones y desafiante para la humanidad de nuevos procesos de investigación y de gestión del conocimiento.
Pienso que somos una parte minúscula de este universo pero que, sin duda, es una parte muy importante, por los grados crecientes de conciencia que nos permiten ser sujetos activos en la historia de la humanidad y por otra, sujetos conscientes de nuestro lugar y temporalidad en el mundo de hoy.
Por eso me preguntaba, al mismo tiempo, sobre lo que pensamos o como pensamos el futuro del país.
Está claro que en estas materias, es poco o nada lo que encontramos en los medios de comunicación y en el sistema educacional. Menos en el mundo de los políticos (con claras excepciones, por supuesto). Medios de comunicación, educación y políticos son una triada que nos atestigua de manera fehaciente que por ahí no están las visiones del Chile del mañana.
Estos planteamientos tradicionales, de corto plazo o simplemente económico-administrativos, dejan de lado el pensamiento de científicos, artistas y poetas, pensadores y religiosos, que podrían tener una cabida más adecuada en un debate sobre el futuro de la nación, aportando sus valiosas perspectivas del desarrollo de la humanidad en la cual nuestro país está más que inserto.
De ahí la necesidad de cambiar los ejes de la reflexión. Del pensamiento de corto plazo a una visión más general de carácter político-técnico; de lo simplemente racional, de carácter utilitario, a un pensamiento que toque los aspectos emocionales de las mayorías ciudadanas (conciencia colectiva); de lo institucional parcializado a lo social, (a lo vivido por las personas de carne y hueso, sus familias y sus relaciones comunitarias); de lo simplemente anecdótico a unas miradas que busquen el sentido profundo de los acontecimientos que se acontecen; de las miradas verticalistas a miradas que acoplen las miradas horizontales; de las ojeadas tradicionales a nuevas miradas que acepten las innovaciones y los emprendimientos; de lo material integrando lo espiritual que existe en todas las personas.
Y así podemos continuar con una larga lista de desafíos que difícilmente se cumplirían sin el concurso de todas o casi todas fuerzas con energías positivas que conforman nuestra sociedad. Entre ellas la del magisterio nacional, siempre tan poco apreciado por la ciudadanía en estas últimas décadas y tan necesario para crear una cultura de la solidaridad, el respeto y la democracia.
Pensar Chile hacia un futuro que nos marque los sentidos de nuestras acciones, es una tarea que hoy nos falta cumplir como sociedad, en sus distintos niveles y como personas libres y solidarias.
Solo así, aquel pequeño-gran vacío que recorría mi ser, se transformará en una fuerza vital capaz de superar los obstáculos que nos señalen los múltiples caminos que deberemos recorrer para lograrlo.
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