Sr. apoderado comunico a usted

Estando a las puertas de una nueva jornada de movilizaciones por una educación gratuita y de calidad, tal vez los únicos que hemos reprobado la tarea durante los últimos dos años y medio somos los apoderados. La falta de constancia y compromiso mostrado por la gran mayoría de los padres, madres y apoderados ha sido una tónica.

Para quienes hemos tenido el privilegio de recorrer liceos y colegio de toda la región metropolitana estos años, y digo privilegio, ya que hemos tenido la fortuna de conocer de cerca, la que debe ser la generación de jóvenes más activa, generosa, solidaria y comprometida que recuerde este país en varias décadas, hemos escuchado en reiteradas oportunidades el mismo discurso de autocrítica de muchos apoderados.

Frases como, “nuestros hijos nos han despertado de un largo letargo”, “están haciendo lo que nosotros debimos hacer hace mucho tiempo”, “debemos involucrarnos en esta lucha que marcará el futuro de nuestros alumnos”, son sólo algunas de las expresiones más repetidas.

Pero a juzgar por la triste realidad del compromiso demostrado, estas palabras no han pasado de ser más que de buena crianza. Por el contrario, más allá de un grupo más bien pequeño de hombres y mujeres coherentes y comprometidos con la lucha por una educación pública de calidad y gratuita, que nuestros jóvenes han encabezado, la gran mayoría se han mantenido ausentes y lejanos de la acción directa en este proceso.

Pero la falta de pro-actividad de este estamento tan importante al interior de nuestras comunidades educativas no solo se manifiesta en la falta de compromiso para participar activamente en marchas y movilizaciones. La realidad nos indica que existe una absoluta falta de participación y total apatía en las organizaciones compuestas por padres y apoderados.

Hoy dichas organizaciones, al interior de la gran mayoría de liceos y colegios, son débiles, con escasa participación, para nada representativas y muchas de ellas mantienen vicios estatutarios, desorden administrativo y escasa claridad en el manejo de recursos.

No terminamos por entender que como padres tenemos una responsabilidad ineludible en la formación de nuestros hijos(as). Hablamos y repetimos conceptos como educación de calidad, sin embargo, hemos transformados liceos y colegios en guarderías infantiles, donde lo que importa es que nuestros hijos absorban conocimientos, saquen buenas notas y de pasada estén en casa lo menos posible, para no tener que preocuparnos tanto por ellos.

Pero no nos damos cuenta, que en la educación moderna y de calidad la involucración en los procesos educativos de nuestros hijos(as) es fundamental. Muchas veces el fracaso de ellos en sus estudios es más responsabilidad de nosotros de lo que queremos aceptar.

Y todo esto parte por entender que los centros de padres deben ser algo más que juntas recreativas, encargadas de solo realizar Kermeses o fiestas de fin de año.

Debemos entender que si no somos capaces de construir comunidades educativas fuertes donde exijamos nuestros derechos, porque les recuerdo que la educación es eso, un derecho, la calidad no nos va a caer del cielo. Menos en un país como el nuestro, donde lo que son dueños de nuestros establecimientos, los ven y manejan más como empresas, que como instituciones educacionales.

Hoy el desafío de cada uno de nosotros, es romper el paradigma de centros de padres como organizaciones funcionales a los sostenedores, meras cajas chica que mantienen gran parte de la infraestructura de nuestras escuelas. Todos estos males que se han instalado gracias al financiamiento compartido.

Debemos darle a nuestras orgánicas fundamentalmente una orientación y vocación, esencialmente social, de apoyo y respaldo solidario, preocupados por la formación integral de nuestros hijos(as).

Debemos aceptar la responsabilidad de ser padres activos, informados, inquisitivos y propositivos al interior de nuestras comunidades educativas, basando nuestras estructuras en la democracia interna, el respeto y la tolerancia. De otra manera seguiremos ajenos a las necesidades de nuestros hijos y aumentaremos la incomprensión generacional que hoy nos afecta.

Es por todo esto que me permito mandarle la siguiente comunicación.

Señor apoderado, comunico a usted:

Que su hijo se ha transformado en un rebelde total. Se le ha metido en la cabeza la necesidad de construir un Chile más justo. Insiste en querer hacer de esta, una sociedad donde la igualdad, la solidaridad, la tolerancia y el respeto por los derechos humanos sean valores fundamentales.

Cree tener derecho a una educación gratuita y de calidad y lo más grave es que no para de pensar, que su educación debe ser un derecho.

En este escenario lo único que nos queda, es solicitarle, que como apoderado tome cartas en este asunto, le rogamos que frente a la actitud de su hijo tenga la amabilidad de al menos intentar ponerse a su altura. Le rogamos que si no comparte sus principios y su lucha, por lo menos tenga la vergüenza moral de no ponerse en su camino, ya que como están las cosas en Chile hoy, la “esperanza” de un mejor país, es solo para viejos, por que el futuro, lo construyen los jóvenes.

Finalmente, si estas humildes palabras le hacen sentido, imprímalas y llévelas a su próxima reunión de curso y trate de reflexionar sobre nuestro futuro.

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