Recuperación y respuesta a la crisis desde los jóvenes

Los impactos económicos y sociales de la crisis mundial del coronavirus están afectando buena parte de los aspectos de nuestras vidas. Sin embargo, en cada uno de los grupos de edad que componen la sociedad se siente de manera diferente los efectos de la pandemia.

Para quienes están entre los 15 y 29 años, especialmente los más vulnerables, esto ha planteado graves problemas en empleo, educación y salud mental, como ha informado OCDE. Además, seremos las nuevas generaciones quienes asumiremos gran parte de las consecuencias políticas de la crisis.

Es por ello que, para evitar reproducir las ya evidentes desigualdades en nuestro país, es necesario que nuestro gobierno se anticipe a esos impactos, respondiendo con medidas que mitiguen, recuperen e involucren a la juventud en esta misión. El diseño de una recuperación inclusiva y justa no solo se debe acotar al plan de emergencia acordado entre Chile Vamos y la oposición, sino que debe mirar más allá. En ese sentido, hablar primeramente de trabajo y millenials es relevante.

Los empleos mal pagados, temporales e informales están a menudo en manos de adolescentes, que a su vez se concentran en los sectores más gravemente afectados por la crisis, como restaurantes, turismo, agricultura, o comercio.

Evidencia de esto es que desde el comienzo de la enfermedad, la juventud fue el grupo más afectado con el aumento de desempleo, alcanzando en marzo un 29,8% (20-24 años) y 20,4% (25-29 años), según la Encuesta de Ocupación del Gran Santiago, un alza de casi 10 puntos respecto de diciembre de 2019.

Ante la pérdida o una caída de ingresos, ellos están más propensos a caer en la pobreza, ya que tienen menos ahorros a los cuales recurrir.

Además, como han demostrado otras crisis económicas, la juventud que se gradúa en estos tiempos difíciles encontrará más difícilmente trabajo e ingresos dignos, retrasando su camino hacia la independencia familiar.

De acuerdo con OIT, más de una década después de la crisis financiera, las tasas de desempleo juvenil a escala global aún permanecen por encima de los niveles anteriores a ella.

Por esa razón, abrir un Programa de Prácticas Dignas es necesario, para que este cohorte de edad pueda desarrollar las habilidades, conocimientos y aptitudes de su formación en las empresas.

El Estado puede entregar un subsidio entre un 50% y un 75% del valor del salario mínimo, de acuerdo con el tamaño de la empresa, y en proporción a las horas estipuladas, para remunerar las prácticas y estas no sean gratuitas.

A su vez, la salida no nos puede llevar a una profundización de la crisis ambiental. Podemos generar empleos verdes, con una mayor sinergia entre políticas medioambientales y laborales, asumiendo el reto que implica la transición hacia una economía sostenible, que enfrente las repercusiones del cambio climático.

Crear un nuevo subsidio al primer empleo va de la mano con el trabajo decente para este conjunto etario, considerando que la transición entre fines de estudios a la primera experiencia será compleja.

Para formar más oportunidades, el Estado puede colaborar mediante un porcentaje del sueldo que se entregue por 6 meses a quienes no tengan una experiencia formal de trabajo, impulsando la contratación con las empresas.

A la par de lo anterior, fortalecer el subsidio al empleo joven es algo básico. Éste aporte monetario del Estado por medio de SENCE para mejorar los ingresos de trabajadores jóvenes requiere de un importante aumento de cobertura, hoy restringido al 40% más vulnerable, con una renta bruta mensual inferior a 500 mil pesos y limitado entre 18 y 24 años.

Pasar a un 80% de vulnerabilidad y aumentar hasta los 29 años parece razonable, además de incluir criterios diferenciados para jóvenes que sean mujeres, con discapacidades e imigrantes.

Por otro lado, tenemos el caso de las mujeres doblemente fragilizadas por el sistema. Antes del brote, las jóvenes pasaban casi tres veces más tiempo en atención no remunerada y trabajo doméstico que los hombres, según ComunidadMujer.

El cierre de escuelas y la falta de disponibilidad de servicios de cuidado infantil, como un débil sistema de cuidados para personas mayores, están multiplicando la carga de atención que a menudo soportan.

Por ello, ampliar “Chile Cuida” al 80% más vulnerable y el doble de Municipalidades es fundamental, para apoyar a través de un sistema de cuidados a las familias y a las cuidadoras de personas en situación de dependencia; así como capacitar y generar empleo a mujeres sin estudios o trabajo, o que buscan mejorar su situación laboral.

Hoy sabemos que la noticia de que el COVID-19 no afecta a los jóvenes es falsa, así como también la idea de que la juventud es más resistente a las consecuencias económicas y sociales de la crisis.

Lo mejor sería atender eso, dado los estudios de las vulnerabilidades distintas que viven en comparación a otros grupos de edad, antes de formar más frustración y rabia.


 

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