La ley N° 21.057 entrega orientaciones para los establecimientos educacionales relacionados a la ocurrencia de delitos sexuales que afecten a niños, niñas y adolescentes, y cómo debemos actuar frente a estos, haciendo hincapié en el resguardar los derechos de la infancia y adolescencia asegurados en nuestra Constitución, y también en la Convención de los Derechos del Niño; entendiendo como aberrante, pervertido y detestable cualquier acto que vaya contra la integridad de un menor de edad.
Unicef declara que el abuso sexual es aquel que está mediado por una relación desigual de poder, que implica a un niño, niña o adolescente como víctima y a una persona adulta o coetánea como agresora; y en la que algunas conductas sancionadas son exhibir los genitales, observar a los menores cuando se visten o desviten, tocar, besar y acariciar con fines sexuales a la infancia. Actos que son repelentes y nauseabundos.
La Subsecretaría de Prevención del Delito entrega una cifra anual de 4.463 abusos, lo que impacta de forma abismante e insondable. Por otra parte, el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia señala que en caso de sospecha de un eventual caso de abuso sexual infantil es importante mostrar afecto y apoyo a la víctima. Se desglosa de esto que en ningún caso hay que negarlo y menos el enjuiciar el relato, y para qué decir que quede impune, aumentando el dolor y el trauma.
El abusador puede mantener una conducta social disimulada en su agresión e irracionalidad, se puede percibir como una persona afectuosa, en realidad esconde un monstruo sediento de depreavación que crea con el niño o niña una relación basada en amenazas control e intimidación, la violencia irracional rompiendo con esto, juegos de forma irreparable, conmocionando la infancia en un antes y un después.
Los niños y niñas necesitan nuestra protección para poder transcurrir entre juegos, la felicidad de la niñez, recorrer cual volantín en primavera, el cielo surcado de buenas experiencias, entre la ronda y el pillarse, jugar libremente para crecer tan protegidos como la Araucaria, el Alerce y la Palma Chilena. Que la niñez siempre sea un dulce juego y no un jaque mate a la esperanza.
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