Hace menos de una semana, el ministro de Ministro de Obras Públicas, Alfredo Moreno, evidenció y declaró desde el Embalse El Yeso -principal reserva de agua de Santiago- que enfrentamos la peor sequía de la historia; lo que, a ojos de expertos, no es sólo un año seco, sino una tendencia que llegó para quedarse.
A diferencia de otros años, en que sabíamos que la falta de lluvia en los meses de otoño e invierno era circunstancial, y que luego vendrían años más lluviosos, la situación actual no será la de ese entonces: es una cruda realidad que hay que enfrentar.
El problema no es nuevo para Chile. Son muchas las regiones, sobre todo en sectores rurales, en donde el acceso al agua es un bien escaso. Está demás decir que el asunto no es un tema exclusivo de nuestro país. El cambio climático y el calentamiento global han provocado que en Ciudad del Cabo y Baja California Sur hayan estado ad portas de llegar al temido "Día Cero". Recientemente, hechos como el incendio de la isla griega de Eubea nos enrostran esta preocupante situación.
Más allá de reconocer y ver qué podemos hacer para ir en ayuda de nuestro planeta, de nuestra casa común, veo que cada vez es más necesario mirar el problema ambiental como un asunto social: estamos en una compleja crisis socio-ambiental.
Y es que el impacto del cambio climático también nos afecta de manera desigual. El Panel Intergubernamental del Cambio Climático (PICC) afirmó que las personas que son marginalizadas a nivel social, económico, político o institucional son especialmente vulnerables al cambio climático. Los más pobres son los más dependientes de los recursos naturales y están más expuestos a extremos climáticos y desastres naturales.
El problema del agua, que sólo se ha agudizado bajo el contexto del cambio climático, es una realidad a la que ya se ven enfrentadas las familias de los campamentos. El catastro de Techo-Chile evidenció la cruda realidad que viven 82 mil familias a lo largo del país: en ellas, el 84% vive sin acceso al agua. Son camiones aljibes o accesos informales los que hace que estas familias tengan agua.
Los campamentos carecen de servicios básicos y no tienen un acceso a sistemas regulares de abastecimiento y saneamiento de agua. Su vulnerabilidad actual frente al recurso hídrico solo se incrementará. Con el cambio climático las ciudades expuestas a sequías experimentarán más limitaciones en la disponibilidad de agua para consumo humano y tendrán que buscar soluciones alternativas para proveer de recursos hídricos a sus habitantes.
Debemos avanzar para que el agua no sea un bien que solo podrán acceder quienes puedan adquirirla. Debe ser un tema que abordemos como un bien necesario para todos y todas en nuestro país. Parafraseando al Papa Francisco en su encíclica Laudato Si, "este mundo tiene una grave deuda social con los pobres que no tienen acceso al agua potable, porque eso es negarles el derecho a la vida radicado en su dignidad inalienable" (Laudato si 30).
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