Cada vez que llegan las Fiestas Patrias emerge en la gran mayoría de las ciudadanas y ciudadanos una alegría por querer celebrar: es el tiempo en donde se consume más carne durante el año -tanto por la cantidad de asados como empanadas-, se ve nuestra bandera flameando en varios lugares públicos y privados, se vuelven a sacar los trajes y sombreros para el baile de cueca. Pareciera ser que todos los problemas que nos preocupan en Chile quedan en stand by hasta que "pase el 18".
En este tiempo especial que vivimos como país me pregunto ¿qué es lo propiamente chileno que celebramos? Si bien hay elementos que nos ligan como país, también pareciera ser que un territorio tan largo no puede unificarse sólo homologándose. De hecho, lo propiamente chileno es justamente vivir y convivir con la diversidad. El norte no es igual al centro, tampoco al sur (ojo, que Temuco tampoco es lo mismo que Osorno o Puerto Montt, aunque un santiaguino hable del sur como si todas sus localidades fueran iguales).
Nuestro país se fue forjando en la diversidad. En él encontramos integrantes de los pueblos originarios y también muchos migrantes de otros países latinoamericanos, europeos, norteamericanos y asiáticos, que llegaron a estas tierras y que hoy también son parte de este país. En esa diversidad la duda razonable es ¿por qué hoy miramos a la migración con tanto miedo y tanta desconfianza? ¿No es acaso lo que en estas fechas conmemoramos producto de ella?
Tiendo a pensar que nuestro problema no es con la migración, sino más bien con la raza y la pobreza.
Por un lado, nos asusta la gente que no es rubia ni de ojos verdes o azules. Quizás al ver a un "blanco" pensamos inmediatamente que está en nuestro país de intercambio o pasantía. Pero si es de piel oscura y además habla creole "nos saltan los tapones", emerge el miedo y la intolerancia. Hoy tenemos compatriotas descendientes de afroamericanos que debieran sentirse tan en casa como aquellos migrantes llegados de Europa.
Por otro lado, y lo más preocupante, es que hemos convertido a la aporofobia -o fobia a la pobreza- en algo propiamente chileno. Lamentablemente, esta no se cura con un exitoso proceso de vacunación como el que -merecidamente- celebramos hoy como país. Este clasismo está arraigado en lo más profundo de nuestro ADN y anclado en toda nuestra sociedad. No importando si eres del norte, centro o sur; si eres clase alta o si recibes el IFE.
Avancemos a celebrar la fiesta de Chile como la fiesta de nuestra diversidad. Tenemos que ser capaces de abrazar esa característica que ha definido nuestra identidad, que es la variedad y riqueza cultural. Esta festividad republicana debería poner énfasis en celebrar a un país con todos sus matices, y para eso necesitamos despojarnos de la "fobia a la pobreza".
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