Los efectos del cambio climático que se viven en Chile son cada vez más percibidos por mayor parte de la población. Nuestra población padece de largas sequías que afectan las actividades económicas. La agricultura ha debido adaptarse a este nuevo clima más seco y más extremo.
Lo mismo ocurre con las comunidades que también han debido buscar fórmulas para el abastecimiento de agua potable, que se torna cada vez más complejo en el territorio.
Vivimos los incendios forestales más grandes de nuestra historia.
Vemos la vulnerabilidad de nuestra minería a las inundaciones que han afectado al desierto más árido del mundo. Creemos que aún estamos a tiempo para poder evitar los efectos más devastadores del cambio climático, y limitar el calentamiento a 1,5°C, pero esto requiere una transformación profunda de la matriz productiva de todos los países. Requiere que las emisiones globales netas sean cero. Y al mismo tiempo, al 2030 debemos reducir nuestras emisiones a cerca de la mitad de las actuales. Tenemos 12 años para cumplir esta tarea.
Debemos romper la visión que implementar una economía “cero emisiones” es más caro. Al contrario, hemos sido testigos de cómo la descarbonización de la matriz productiva ha traído más inversión y menores costos energéticos.
Las reformas impulsadas en el gobierno anterior permitieron transformar un sistema eléctrico sucio y poco competitivo, a uno con más competencia. Las mismas empresas generadoras, que antes se oponían a regulaciones ambientales, hoy saben que la matriz “cero emisión” es más barata y crea más inversión.
Al mismo tiempo hemos visto que el transporte público eléctrico es más barato que los buses diésel. Lo importante sí, es que este transporte limpio llegue a regiones, para eso esperamos que las nuevas licitaciones contemplen estas variables.
En un año más Chile organizará la COP25, un evento mundial dedicado a enfrentar los efectos del cambio climático de manera conjunta. Los temas que afectan a la humanidad requieren acuerdos globales, por ello es central reafirmar nuestro compromiso con las normas multilaterales. Por eso es muy importante que podamos ratificar el acuerdo de Escazú.
Nuestros compromisos deben estar orientados a concretar el cierre de centrales a carbón con urgencia y que saquemos las termoeléctricas de las “zonas de sacrificio”.
Tenemos que impulsar metas cada vez más ambiciosas con los compromisos climáticos de los países, ya que mientras más energía limpia tengamos será mejor para el desarrollo de nuestra economía e impactará de manera positiva en el crecimiento.
En materia medioambiental nuestro compromiso global es con la protección de áreas marinas protegidas que en nuestro país ya alcanza cerca del 40% de nuestro mar. Esto debemos complementarlo con recursos apropiados para que organismos competentes como la Armada pueda desarrollar de manera eficiente su labor.
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