En diciembre del presente año, Chile alojará la Conferencia de las partes (COP25), cuya genealogía de reflexión medioambiental responde a la Primera Conferencia Mundial sobre el Clima en Ginebra de 1979, la Cumbre de la Tierra en Río de Janeiro de 1992 o más recientemente el Acuerdo de París de 2015, por mencionar algunas.
El mega evento tiene como objetivo fundamental reducir las emisiones de carbono a objeto de desacelerar la temperatura del planeta por debajo de los 1,5ºC en lo que resta del siglo XXI. Para ello, los tópicos fundamentales de la Cumbre será la ingente cantidad de basura en los océanos, el derretimiento de los casquetes de hielo antártico, energías renovables, economía circular, electro movilidad, protección de ecosistemas, entre otros.
Sin duda los desafíos son varios ante un agudo escenario ambiental que, como requisito basal, debe poner en sintonía los diversos intereses de los Estados en el concierto mundial. No obstante, cabe preguntarnos si las soluciones solamente estribarán en el cumplimiento del derecho internacional y en disminuir las brechas de tecnología “verde”.
El cambio climático como fenómeno planetario no debe abordarse solo desde su dimensión jurídica, normativa y técnica, puesto que los acuerdos internacionales y las innovaciones tecnológicas en si, no solucionan la crisis ambiental frente a la angustia que supone un futuro planetario de ribetes pre-apocalípticos.
Es perentorio apuntalar el análisis crítico desde su dimensión política y económica, toda vez que desde la esfera internacional se advierten posiciones “climatonegacionistas” encarnadas en figuras influyentes como Donald Trump.
Asimismo, el cambio climático como fenómeno no puede estar desligado del modelo de producción global, tendiente a esquilmar territorios, destruir ecosistemas y radicalizar la pobreza en el sur global.
Sin caer en el mero impresionismo catastrofista, la reflexión entonces apunta a mirar el cambio climático desde su dimensión necesariamente socioambiental, a fin de propiciar lecturas políticas en perspectiva ecológica.
En suma, una transformación radical en la relación naturaleza-sociedad requiere que las Cumbres globales sobre el cambio climático encaren las injusticias ambientales que ha propiciado el modelo de desarrollo capitalista.
No obstante, hay razones para ser pesimistas, toda vez que los acuerdos suscritos en nombre del “desarrollo sustentable” no han logrado frenar el ominoso avance de la crisis climático-ambiental.
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