¿A quién sirvió el tiroteo?

El tiroteo en las cercanías de Temucuicui y la barricada en la vía de acceso, ante la visita de la ministra del Interior, Izkia Siches, el 15 de marzo recién pasado, desató de inmediato una sucesión de comentarios, balances e interpretaciones, destinados a los más variados objetivos y destinos. Por algo estamos en Chile.

La prensa internacional definió los hechos como el "primer golpe" sufrido por la nueva administración, en el brevísimo periodo de asunción del gobierno del Presidente Boric. En el plano nacional se enjuició a la ministra y su equipo que fue acusado con el término de "improvisación", incluso de "ingenuidad" al tomar la decisión de concurrir, sin la debida preparación y organización, a una comunidad donde han sucedido hechos de fuerte impacto nacional como allanamientos, enfrentamientos y el crimen del comunero mapuche Camilo Catrillanca.

También fue muy publicitada la frase de un dirigente que afirmó que para entrar en Malleco debían hablar primero con él. Así también, una convencionalista mapuche señaló que primero había que cambiar el modelo económico para dialogar. En suma, no se comprendió o no hubo voluntad para acoger el gesto de diálogo de la ministra.

Chile está ante una perspectiva de reformas a la institucionalidad que deben significar efectiva descentralización y autonomía en la administración y gestión, pero esa necesaria transformación del Estado no puede ser el orden que impone el más fuerte en cada territorio. Esa mentalidad vendría a ser el inicio de la fragmentación del país. No hay argumentos consistentes para justificar ese tiroteo. En suma, a la autoridad democrática legítima, como es la ministra del Interior, no se le puede recibir a balazos.

En democracia, el ejercicio pleno y libre de la soberanía popular es el pilar esencial que decide el rumbo de la nación chilena. Esa voluntad ciudadana eligió el gobierno que acaba de asumir con una amplísima mayoría. No son actores individuales los que han decidido a quien corresponde la conducción del Estado, tampoco intereses particulares. Ese es el tema de fondo, porque si el destino colectivo fuera decidido por protagonistas privados, por respetables que sean, eso sí que sería la victoria total del neoliberalismo.

Tan desafortunado hecho fue intensamente utilizado por la ultraderecha, al punto que muchos creen que fue una provocación montada por elementos extremistas de ese sector. Por cierto, sus resonantes reclamos fueron para pedir más represión y mano dura, exigiendo mantener el estado de excepción y prolongar la presencia militar. En su lógica habitual pedían, una vez más, apagar el incendio con bencina.

Por tanto, el ataque a Izkia Siches en nada ayudó a la causa del pueblo mapuche y sólo sirvió a los que están en su contra. De modo que rechazar el positivo gesto de diálogo brindado por la ministra llevó a nuevas manifestaciones de intolerancia y racismo, así como a hechos políticos que aíslan o debilitan un camino de solución en tan complejo y decisivo tema del país.

Así, se comprobó que la preparación de estos desplazamientos, que inevitablemente adquieren connotación política nacional, no deben hacerse contra reloj, por algo en el vasto territorio rural del país es de común uso el antiguo adagio de que "él camino al infierno está empedrado de buenas intenciones".

Igualmente, queda claro que no hay soluciones milagrosas y que restablecer la confianza mutua, necesaria para el diálogo, no será un camino fácil. Más aún, cuando la dimensión mediática es tan determinante que llega a dominar o condicionar la conducta de los actores involucrados. Ante la invitación al diálogo nadie quiere aparecer cediendo y lo que cada cual pretende es salir ganando una imagen de poder, aunque en el tema de fondo no se logre avanzar ni un milímetro.

Hay que apoyar al gobierno, no atosigarle de demandas y entender que necesita tiempo, recién se instala y es imposible que resuelva todos los problemas en un solo acto y de modo exacto a sus propias y correctas intenciones. Las presiones internas que se advierten son las más complejas porque reflejan una disposición anímica propicia a los conflictos intracoalición gobernante. La voluntad de entendimiento y unidad se juega precisamente en la capacidad de comprender esta realidad, las demandas se ven más apremiantes que el tiempo político que se requiere para resolverlas.

Precisamente, el argumento que no se acepta el gesto de la ministra porque representa al Estado opresor oculta la posición más fácil en sus efectos prácticos, de quien no quiere correr riesgos abriéndose a dialogar y le es cómodo refugiarse en la descalificación. A su vez, el Gobierno debe evitar pasos en falso tan resonantes y peor aún, dar elementos para que se instale la idea de fuertes diferencias en su interior.

En todo caso, si no hay gobernabilidad democrática no habrá ningún avance y las viejas recetas represivas de la ultraderecha serán las que ganen espacio político y social. La responsabilidad política es primordial para asegurar la gobernabilidad democrática que a su vez asegure las transformaciones que el gobierno ha comprometido, así como que el proceso constituyente logre la redacción y aprobación de la nueva Constitución, nacida en democracia.

El rumbo político no admite doble lectura. No sería la primera vez que el aventurerismo de izquierda no comprende que el espíritu de vanguardia no significa imponer la soberbia de la minoría sino que abrir paso a opciones que tengan una amplia mayoría. Desde esa mirada no hay ruta alternativa que pueda reemplazar la voluntad de diálogo del nuevo gobierno.

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