Conmemoramos, no hay nada que celebrar

Este 8 de marzo, nuevamente conmemoramos el Día Internacional de la Mujer, en esta oportunidad, con tintes diferentes a los que sucedía en años anteriores. Las estudiantes universitarias durante el año 2018, encendieron los ánimos de lo que se posiciona como una nueva ola feminista. Así es, la movilización social por la equidad de género y los derechos de las mujeres, que en Chile ya lleva más de cien años, en la actualidad recoge las demandas de nuestras antecesoras vinculándose con nuevos aires y desafíos. 

A diferencia de otros años, esta conmemoración no está llena de rosas y frases que solo hacen profundizar esa perspectiva sexista que dice que las mujeres somos sensibles y que debemos ser elogiadas con arreglos florales, en esta oportunidad tenemos rabia. Claro, la ventana que abrieron las estudiantes universitarias, hoy se ha transformado en una puerta de entrada para nosotras, las mujeres que incluso somos de otra generación.

Nos hace sentido, hacemos un análisis retrospectivo de nuestras vidas y nos damos cuenta, vemos cómo hemos sido víctimas del machismo, de la desigualdad y la violencia. Este “choque generacional” nos hace reflexionar,  enfrentándonos muchas veces a ideas que teníamos naturalizadas y que claramente no son positivas. 

Como ex Presidenta de la Cámara de Diputados, hace algunos días participé en la conmemoración que realizó el Congreso a propósito del Día Internacional de la Mujer, y se expusieron cifras que simplemente dejan en evidencia que en Chile aún hay una deuda con las mujeres.

A lo largo de la historia del Poder Legislativo, solo han habido 109 mujeres ocupando escaños, mientras que en el caso de los hombres, han sido más de 4.000.  Sí, las cifras solo develan que por lo que las mujeres hemos luchado hace prácticamente un siglo, aún no es una realidad. 

La política y lo público, aún sigue siendo un terreno de hombres. Yo miro el edificio del Congreso en Valparaíso, incluso desde la infraestructura, el funcionamiento de la política institucional en Chile, es masculina. Ahí está uno de los desafíos más complejos para nosotras las mujeres, el transformar el poder desde lo femenino, no como algo estético, sino como una forma de hacer política que no debe ser mirado en desmedro, y eso es algo que no solo va para nosotras, sino incluso para los mismos hombres. 

Feminizar la política es también dar otro entendimiento hacia cómo nos conformamos como sociedad, en una perspectiva más horizontal, en un margen de sororidad entre mujeres, en cuestionar los roles de género y también las labores que cada una de nosotras desarrollamos.

Para poder dar un verdadero giro hacia la equidad de género, la institucionalidad debe feminizar la vida de los hombres, el poder y también la política, de lo contrario seguiremos perpetuando este sistema desigual. 

En los 200 años del Congreso, solo hemos habido 4 mujeres presidiendo la Cámara de Diputados.

En la Región de O’Higgins, que es la que represento, de un total de 9 escaños, solo 2 son ocupados por nosotras, uno de los cuales recién en este período gracias a la ley de cuotas.

De los 2 distritos en la región, hay uno (D15) que no tiene ninguna mujer. Y en toda la historia del parlamento, jamás como región hemos tenido una senadora.

Esto es alarmante, sobre todo desde el punto de vista de la representatividad. ¿Cómo podemos sentirnos representadas si son hombres en su mayoría los que toman las decisiones? ¿Dónde están quienes compartirán en el Congreso la experiencia de ser mujeres en un país desigual como Chile? 

Invito a las mujeres de mi región y de Chile a no abandonar este proceso hermoso que estamos viviendo. Esto no es una guerra hacia los hombres, es la lucha por nuestro reconocimiento, por la igualdad de derechos y también por nuestra autonomía.

Aquí cabemos todas, con nuestras experiencias, con nuestro dolor provocado por la injusticia. Pasarán los años y recordaremos cómo este hito cambió la cara de nuestra sociedad y de nuestras relaciones, no podemos quedarnos abajo. 

El Estado tiene una deuda con las mujeres, y una de esas es feminizar nuestras relaciones, aspirar a una verdadera equidad de género, a la corresponsabilidad y a una vida sin violencia.

Mientras tanto, seguiremos desde los espacios de poder que hemos conquistado, trabajando por todas las mujeres, firmemente representadas y con aspiraciones de que algún día la política sea realmente un espacio sin prácticas machistas y realmente representativo para nosotras. 

Este 8 de marzo, conmemoramos a todas las mujeres que han luchado a lo largo de la historia, gracias a quienes hoy podemos desarrollarnos en mayor plenitud en el espacio público y también en la política.

También conmemoramos a todas las mujeres que han sido victimas de la violencia de género y sexual, aquellas que ya no están con nosotras.

Por último, conmemoramos a todas aquellas trabajadoras que día a día deben lidiar con prácticas abusivas, con equilibrar el trabajo asalariado y las labores reproductivas, a las madres solteras y también aquellas que no lo son, a las mujeres rurales y las mujeres de la tercera edad.

Hoy las CONMEMORAMOS, porque el Estado aún tiene una deuda con las mujeres, no hay nada que celebrar. 

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