Cuenta Pública: ¿Alcanza con estabilizar?

En una tercera cuenta pública comienza más bien a definirse lo que ha sido, en vez de orientar lo que será. Hace tres años Chile era un país que tras el estallido social, la pandemia y un gobierno particularmente hábil a la hora de desconocer el sentir de la ciudadanía, trabajaba en reencontrarse y generar una síntesis política, mediante, por ejemplo, los procesos constitucionales en ese entonces en marcha. Chile transitó de una propuesta constitucional a otra y a una alternativa electoral radicalmente distinta a la anterior en apenas unos años, buscando encontrar las respuestas que no ha encontrado en un sistema político y económico tambaleante. Es así como los primeros años de este gobierno estuvieron marcados por la expectativa de cambio y la abrumadora necesidad de estabilización.

La orientación del Presidente en ese entonces fue correcta: Estabilidad o seguridad económica, social y pública. Sin embargo, ¿en qué condiciones se estabiliza? ¿Para qué se estabiliza?

Los intentos de la oposición por borrar todo vestigio de las expresiones políticas del 18 de octubre y el imaginario del proceso constitucional, como un paréntesis completamente fuera de tiempo, van de la mano de su entendimiento de la necesidad de normalizar volviendo a un estado previo a dichos procesos, de la mano de la incorrecta mirada de que "todo tiempo pasado fue mejor". Lo cierto es que hacia atrás el sueldo mínimo era miserable, los números de homicidios no paraban de subir, el sistema de pensiones se declaraba un fracaso, las colusiones empresariales estaban a la orden día y la inflación acogotaba a las familias. Flaco favor le hace a Chile una oposición que mira hacia atrás obviando en qué condiciones recibió el país el Presidente Boric.

Tenemos que mirar hacia adelante. Brindar seguridad en materia económica implica cuidar la estabilidad que se le da a las inversiones para que florezcan -donde parece estar concentrado todo el debate público-, pero también abrir con mayor holgura la billetera fiscal hacia el mejoramiento de la economía doméstica de una familia. Eso es, normalizar para transformar.

Hablar de seguridad ciudadana no significa restringir las libertades de los vecinos mediante estados de excepción o aumentar el número de armas en manos de privados. Implica que nos hagamos cargo, desde lo público, de que una niña pueda llegar tranquila a su casa en cualquier barrio de Chile, con un Ministerio de la Seguridad, una Defensoría de las Víctimas o mejores herramientas para perseguir el delito como el levantamiento del secreto bancario al que tanto se oponen algunos. Esa es la normalidad que cambia la vida de los chilenos. Una normalidad que transforma.

En seguridad social es donde más evidentemente las condiciones actuales no permiten "normalizar" y por tanto, a mi juicio, es donde más cambios se requieren. Las pensiones que se entregan hoy son inconcebibles, y también lo es la negativa constante a abrir seriamente el debate. Y es que el sistema de pensiones no va a mejorar mientras siga siendo un reflejo de las desigualdades de la vida laboral. Es en la redistribución de la riqueza donde está la discusión trascendental y donde más resistencia vemos por parte de la oposición.

Con la aprobación del royalty minero, el alza del salario mínimo, las 40 horas, la ley "papito corazón", la disminución de las cifras de ingresos irregulares u homicidios, o el Copago Cero, nadie puede decir que no se ha avanzado en mover la aguja hacia una nueva normalidad, transformadora. Sin embargo, los desafíos estructurales en materia tributaria o de pensiones siguen haciendo que nos preguntemos hacia dónde podrá -y querrá- el gobierno, con sus debilitadas fuerzas en el Congreso, y una oposición desorientada, sin claridades programáticas o estratégicas, normalizar.

No alcanza con normalizar (o estabilizar, como parece ser el mensaje). En otro contexto, un gobierno que ordena y administra, también normaliza. En el Chile actual, la normalización que tenga por objetivo brindar seguridad y estabilidad de largo plazo es necesariamente una normalidad que transforma. En ese camino, aún quedan muchos pasos que dar para entender finalmente cuál será, en la historia larga, el rol de este gobierno.

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