Varias voces se levantan indicando que para resolver la actual crisis se necesita un nuevo pacto social. Pero para ello debe haber un compromiso para resolver radicalmente los problemas de los chilenos, atacando las causas estructurales de la inequidad.
Se necesita un diálogo sincero y profundo ahora mismo sin más retardo. Este diálogo social debe ser en todos los niveles: empresa, sindicato, del movimiento; a nivel barrial, de ciudad, regional y nacional.
Para que sea fructífero, es preciso partir de lo que tenemos en común, nuestro origen, pertenencia y destino. Sobre esta base, podremos renovar la solidaridad nacional de todo el pueblo de Chile.
Si no lo hacemos ahora la brecha entre el pueblo y la forma actual de democracia continuará agrandándose como consecuencia del enorme poder de los grupos económicos y mediáticos que la dominan y sus consecuencias serán desastrosas.
No hay que tener miedo de meterse en las grandes discusiones, en la Política con mayúscula. Porque la democracia se está atrofiando, se está convirtiendo en un nominalismo, en una formalidad, está perdiendo representatividad, se desencarnará si deja afuera al pueblo en su lucha cotidiana por la dignidad, en la construcción de su destino.
El futuro de nuestro país no está únicamente en manos de los grandes dirigentes, de los parlamentarios, del gobierno y las elites. Está fundamentalmente en manos de la gente, en su capacidad de organizarse.
Por eso debemos con urgencia iniciar este diálogo que nos permita avanzar hacia un pacto social, donde la participación de los movimientos populares es esencial porque no son partidos políticos y, en gran medida, en eso radica su riqueza, porque expresan una forma distinta, dinámica y vital de participación social en la vida pública. Deben participar todas las organizaciones representativas de los diferentes sectores sociales, que, precisamente por ello, constituyen la vía mediante la que dichos sectores defienden sus intereses.
Todos y todas estamos llamados a revitalizar, a refundar la democracia que pasa por una verdadera crisis. Necesitamos una nueva Constitución que nos otorgue seguridades mínimas. De nada nos sirve el crecimiento económico y la modernidad institucional si no sabemos qué será de nuestras vidas y de las de nuestros familiares en el futuro más próximo.
Entonces debemos avanzar hacia la construcción de una Nueva Constitución, solidaria, que garanticen a los ciudadanos la vigencia de sus derechos individuales, la prevalencia del interés público y la seguridad frente a las diversas contingencias de la vida.
Esta construcción de una nueva Constitución para todos y todas las ciudadanas no puede basarse sino en un nuevo pacto social entendido como la articulación democrática de los diferentes intereses presentes en la sociedad, el mismo que no puede ser construido sino a través del diálogo, como método para el procesamiento de los diferentes intereses sociales, muchos de ellos contrapuestos, para alcanzar consensos básicos.
No hay “justicia juntos” si no es junto a los excluidos de hoy.
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