El descalificador desprecio con que han sido maltratados los votantes de Parisi no es sólo soberbia política, sino una ceguera ideológica que no ve a esos sectores de clases angustiados frente a un sistema de partidos que ha degradado su consistencia sistémica de modelo ideológico y perdido conexión de representatividad con la diversidad de aspiraciones sociales.
Cierto izquierdismo de moda, con rasgos ya criticados por Lenin hace más de un siglo (mutatis mutandi) como infantilismo febril, se yergue en purista teórico, exhibiendo una arrogancia más onanística que ideológica, por tanto improductivo para crear solución al drama de sectores que salieron de la pobreza, con pánico de volver a ella y que, aferrados a las luces que les ofrece el candidato Parisi, se deslumbran. Los despreciadores se los regalan a la derecha. Confunden el charlatanismo callejero de ese candidato con las legítimas ansias de progreso de su electorado al que nuestro sistema de partidos no logra representar.
En tal decadencia del nivel político, de izquierdas y derechas, hemos abandonado la pedagogía política. El debate es cada vez más vulgar, primario y descalificador. Los políticos hemos idos sucumbiendo en el oportunismo electoral. Al conseguir el poder, no sembramos pensamiento complejo. Así el electorado lleva años prefiriendo la anécdota, el ataque personal, el escándalo, la denuncia verdadera y falsa, en vez de la profundidad del debate serio sobre el origen de los problemas para estudiar con el pueblo cómo resolverlos.
Es que de ideología: ¡ni hablar! Fue el "cosismo" el que en 1999 hizo temblar la elección de Lagos por 30 mil votos frente a la extrema derecha, alertando cuanto se había ido desideologizando Chile. Se despolitizó fruto de 17 años de persecución sangrienta a la política y a los políticos; sumado a nuestra posterior aceptación de "lo posible", "los consensos", "los acuerdos", para asegurar la democracia pero que, como el cilantro, fue "bueno pero no tanto".
El electorado de Parisi no está contra la política, ni está alejado de la política, porque votó y no se abstuvo; su millón de votantes participó, optó y confía en su discurso político, aunque no tenga consistencia ni sustancia, con un derechismo inconsciente, sin modelo de desarrollo ni el programa de cambio que exige el progreso social. Descuidamos a ese electorado que se identifica con el peligroso discurso antipolítica mientras participa de la política. El izquierdismo infantil, en vez de debatir prefirió atacar al votante de Parisi, sin entender a ese ciudadano angustiado por sus deudas, por la inestabilidad laboral, por sus desconexiones sociales de oportunidad, por la presión exitista del mercado, por la pesadilla de retroceder de barrio, de colegio, de trabajo, de amistades.
Y al despreciarlos favorecen el status quo, al sistema establecido, el personalismo y la desideologización. Así no le ganamos la batalla ideológica a la derecha.
Es que la degradación política también nos llegó a la izquierda. Unos nos acomodamos en el poder en alianza con estos supuestos renovadores que demuestran vulgaridad política; no sólo cuando exhiben su incomprensión del por qué casi 1 millón de personas prefieren Parisi que su candidato, sino en varias de sus propuestas presidenciales. Porque esta izquierda infantil fantasea con creatividad ilusoria consignas de aparente magia transformadora que encanta, con programas que gozan en un onanismo que engendrará emociones "hermosas", que podrían terminar en nuevos estallidos por incumplimiento de las ilusiones prometidas o terminará en estancamiento económico social, pérdida de inversión, inflación, desequilibrio fiscal, desprestigio, desconfianza en las relaciones comerciales internacionales y que fortalecerá a la derecha económica.
Si no mejoramos el nivel político los gobiernos serán inestables e incapaces de conducir el cambio indispensable porque la política fija las reglas del juego en disputa.
La mala política no sólo echa a perder las campañas electorales sino los gobiernos y crece a la derecha. La elevación del nivel político del país la hará el desarrollo sano de las contradicciones, leyendo, escribiendo, creando medios de comunicación, conversando con respeto mutuo a las personas e implacable en lo intelectual, en el seno del pueblo, como a principios del siglo XX, como en 1930, los '60 y '70. Con mucha paciencia, con aguja e hilo, porque probablemente en el clima de descalificación imperante incluso estas pocas líneas, que invitan al debate para mejorar la política, recibirán más insultos que argumentos, más calificativos que ideas, más descalificaciones personales que ideológicas. Pero como ya lo hemos dicho, citando a San Pablo, "vita omini militia est".
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