Lo mejor del acuerdo logrado es el acuerdo mismo.
Esto demostró varias cosas, que cuando hay voluntad de escuchar, y ésa es la esencia del diálogo, es posible hacerlo; que cuando se pone atención en lo que el otro quiere, es posible conceder sin que ello implique ni renuncias de principios ni derrotas; que todo avance es paulatino y que los políticos entienden que los apuros conducen a errores y fracasos y que las postergaciones por demasiado tiempo nos lleva a la desesperación y de ahí a la violencia.
También ha quedado en evidencia que finalmente los políticos han roto su cúpula de cristal para escuchar el reclamo vehemente de un pueblo que se ha cansado de ver a estos ciudadanos constituidos en “clase política”. Entonces estos dirigentes deben asumir su papel verdadero en la sociedad y abandonar los aires mesiánicos y omnipotentes que los caracterizaron por tantos años.
Por supuesto que habrá quienes no estén dispuestos a aceptar el acuerdo y que prefieren exacerbar los ánimos, incrementar las tensiones, pues son los que se benefician con el miedo y las falsas esperanzas.
En 2001 dije: Bush y Bin Laden son de la misma banda, porque a ambos les acomoda el lenguaje de la violencia y la perspectiva del daño al otro, considerado como enemigo.
En Chile tenemos “Bush y Bin Laden”, pero también tenemos personas que han luchado y luchan por la paz activamente, que no la esperan como llegada del cielo, sino que saben que se construye en un trabajo delicado, lento, amoroso, donde el rival ocasional no es un enemigo, sino alguien con quien hay que trabajar.
Es probable que ahora resulte más fácil luchar contra la violencia, aislar a los que quieren seguir ese juego.
Se dirá que los “quórum” son altos y que eso favorece a los conservadores. Cierto. Pero en una instancia tan delicada, los quórum altos favorecen el diálogo y los bajos ayudan a aventuras circunstanciales que imponen a las minorías, que a veces no son tan pequeñas, esquemas que solo incuban odiosidades. Lo hemos vivido antes, ejemplos sobran.
Comencemos a avanzar por el camino de la paz y del entendimiento, sabiendo que de esa manera podremos conseguir caminar hacia las metas de justicia social que estamos anhelando.
La Era de Acuario[1] - de la que hablo en mi reciente libro - se está abriendo paso. Aun habrá resistencias, pero cada vez serán menos y menos eficaces.
Ha llegado el momento de aportar.
[1] “ACUARIO, el gran cambio en marcha”, Editorial Catalonia.
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