No es casualidad la campaña que está desplegando la derecha de cara al plebiscito del 4 de septiembre. Asumiendo su papel de minoría en la Convención Constitucional, supieron leer con acierto que el principal obstáculo para los cambios que quiere impulsar la centroizquierda no eran los 2/3 del pleno, sino que el llamado a las urnas para Aprobar o Rechazar el nuevo texto constitucional.
Así las cosas, actuaron en consecuencia. Durante meses se encargaron de instalar fake news e interpretaciones deshonestas para abonar el terreno que les permitiera salir a la calle e inundar las redes sociales apelando a los miedos, angustias y desencanto de la ciudadanía. La franja electoral es el mejor ejemplo.
Sin embargo, la explicación de esto debe ser leída en términos políticos, no morales: la derecha entiende que la ventana de oportunidad que abrió el 18 de octubre no es eterna y que el impulso democratizante pierde fuerza en tanto no se concrete un cambio del marco jurídico hegemónico que ha delineado el sentido común los últimos 40 años.
La democracia es un continuo y el punto de partida desde el cuál se ejerce no es baladí. Lo que nos estamos jugando no es solo una nueva Constitución, sino que el escenario en el que se van a dar las disputas políticas de los próximos años y que va a moldear considerablemente el contenido de las iniciativas que podemos levantar desde la centroizquierda.
Siendo este el contexto, no hay espacio para la irresponsabilidad estratégica. Si bien anteriormente ciertos sectores de Apruebo Dignidad pudieron marcar una identidad propia y desentenderse de decisiones históricas sin que aquello trajera mayores consecuencias -como pasó con el acuerdo del 15 de noviembre-, esta vez la importancia de lo que está en juego y la incertidumbre del evento electoral no permite que se vuelvan a dar ese lujo.
No hay que perderse, la tarea más urgente es ganar el plebiscito. Y si para lograrlo es necesario acordar reformas a la nueva Constitución que le entreguen garantías y certezas a un sector de la población que aún no tiene decidido su voto, debemos hacerlo. El acuerdo entre la fuerzas políticas de centroizquierda es inevitable y estoy convencido que nos acercará un paso más al triunfo del Apruebo este 4 de septiembre.
Lo vuelvo a repetir: lo fundamental no es tanto mantener incólume el texto propuesto por la Convención Constitucional, sino que dar inicio a un nuevo ciclo político con un eje central distinto al que ha regido nuestra convivencia democrática en las últimas décadas. Teniendo un nuevo punto de partida, podremos construir un mejor camino.
Con un pie en el presente y otro en el futuro, ¡seguimos!
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