Aquietada la efervescencia del último tiempo, el país parece haber reconsiderado la idea del consenso como la herramienta más adecuada para dar salida a cuestiones tan complejas como el impulso a la productividad, las pensiones, la seguridad y el orden público, el proceso constituyente y el conflicto mapuche, entre otros.
Desde el propio gobierno hasta los gremios empresariales, pasando por organizaciones sociales y políticas, oficialistas y opositoras, se plantea la necesidad de conformar grandes pactos para enfrentar el conjunto de problemas y desafíos que enfrenta el país. Todo el mundo quiere acuerdos y ese es un paso significativo, pero lo será todavía más cuando autoridades y liderazgos sociales y políticos superen el temor y materialicen esta voluntad en acciones y herramientas concretas.
Recientemente, la Sofofa ha pedido al Presidente de la República un acuerdo nacional por la seguridad y tiene toda la razón. El Gobierno tiene el mismo propósito y, además, está próximo a ingresar en el Parlamento su propuesta para un gran acuerdo sobre pensiones y anuncia para más adelante su proyecto de reforma para la salud. Y allí será necesario que la voluntad de acuerdo tenga expresiones claras de parte de todos. Si aspiramos a un Estado Social de Derechos, no parece razonable defender exclusivamente la capitalización individual y negarse a que el incremento de las cotizaciones tenga una variable solidaria.
En lo inmediato, el Gobierno se juega por alcanzar en el Congreso un consenso en materia tributaria, mientras que los partidos y los presidentes de ambas Cámaras -en una destacable actitud republicana- construyen un nuevo acuerdo para continuar el proceso constituyente.
Esta demanda por el diálogo y el entendimiento no es casual. Después del estallido social y del plebiscito del 4 de septiembre, todos los sectores políticos saben lo que hay que hacer, saben que el país necesita acuerdos. No hay duda de su necesidad; sin embargo, nadie quiere pagar el precio de aparecer cediendo. La derecha sabe que es imprescindible abrir paso a los acuerdos para tener paz, y la izquierda sabe que la única manera de avanzar en reformas es con acuerdos y gradualidad. Incluso lo saben las minorías radicalizadas, de uno y otro extremo, aunque para ellos el objetivo es crecer para sí mismos y fortalecerse en su posición. Por lo tanto, no se esfuerzan en encontrar las soluciones acordadas que demanda el país.
¿Por qué, entonces, es tan difícil avanzar en esos acuerdos? ¿Por qué parecemos seguir empantanados?
La derecha reconoce que es inviable volver al escenario previo al 18 de octubre, y la izquierda acepta que es imposible volver a la situación existente antes del 4 de septiembre. Sin embargo, en cada lado del espectro político existe el temor de que, al avanzar en los acuerdos, enfrenten el ataque de sus propios aliados, de aquellos más próximos, y que en definitiva terminen arrebatándoles el espacio ganado y su principal capital, que son sus electores.
Frente a esto, no queda más que arriesgarse, y así lo están comenzando a entender los diferentes actores políticos. Se requiere estar a la altura de los cargos y del momento histórico. El Presidente de la República lo está haciendo, pero podría hacer mucho más si algunos de sus partidarios dejaran de golpearlo.
Los partidos y el Congreso Nacional, con los presidentes de ambas Cámaras a la cabeza, también están haciendo una contribución muy importante para viabilizar la continuación del proceso constituyente. El diálogo parece lento, pero es imprescindible que esta vez, a diferencia del anterior, el proceso esté centrado más en lo que nos une y no en lo que nos divide.
Dentro de la oposición tienden a imponerse las voces más sensatas. Un pequeño grupo seguramente se restará, es inevitable. Como nunca antes, el camino de los acuerdos está abonado. Las diferencias ideológicas entre los partidos subsisten, pero muchas posiciones que aparecían antes como de principios e irrenunciables, hoy no se ven de este modo, no por voluntad de los actores políticos, sino porque la opinión pública lo ha definido así.
Se ha abierto una ventana. La ciudadanía, a través del voto popular, ha indicado un camino, que es el camino de los acuerdos. Confío en que nuestra democracia y nuestras institucionestendrán la lucidez suficiente para avanzar por esa senda.
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