Facundo tiene tres años pero sabe que desde hace tres semanas algo extraño sucede en su entorno. Un día, al anochecer, salió a la calle con su mamá. Ella y él, igual que otros niños con sus padres, improvisaron entonces un alegre coro de cacerolas.
Lo que Facu no sabe es que ese coro era un himno metálico de protesta, de angustia, de rabia.
Facu vio que las calles se llenaron de gente que pedía el fin de los abusos, la desigualdad y la injusticia. Su mamá se lo explicó. Pero ella no le contó que la autoridad dispuso Estado de Emergencia y Toque de Queda. Por eso aparecieron los carabineros y los militares.
No le dijo que entre los 10.000 detenidos de estas tres semanas figura un adolescente de 16 años acusado de incendiar una estación del metro.
Tampoco le contó que hay niños entre los cientos de heridos. Porque además hubo disparos, bombas lacrimógenas… Y apareció la muerte en manos de la represión.
Y aunque sólo tiene tres años, al día siguiente de la manifestación con su mamá, conversó de estas cosas con sus amigos del jardín infantil, en la zona oriente de Santiago. Todos de la misma edad. El diálogo se inició cuando alguien preguntó…
- ¿Quién tocó la olla con una cucharita…?
- ¡Yooo! - contestaron los diez niños y niñas del grupo, reunidos a esa hora de la mañana en el patio del jardín.
- ¿Y por qué la tocaron?
- Porque Chile despertó - respondió Facu, aunque no tiene claro si ese despertar significa que antes los chilenos vivían en un sueño o una pesadilla. Un sueño de consumo y bienes materiales o una pesadilla donde siete de cada diez personas tiene deudas que no pueden pagar.
- Yo toqué un silbato - cuenta Julia, que también participó en el “caceroleo” de la noche anterior.
- De repente yo salí a caminar y estaban todas las personas juntas - relata Eduardo.
- Yo vi en la calle que los policías eran malos,dice Facu, .porque tiraron una bomba así: ¡puuuujjjj!
- ¡Y vinieron los bomberos! agrega, acompañando su información con la elocuencia expresiva de sus ojos claros.
Algunas educadoras y apoderadas escuchan el diálogo sin intervenir. También tienen sus propias reflexiones sobre las horas dramáticas que vive el país y el futuro que espera a estos pequeños ciudadanos.
Los incendios y saqueos, las calles llenas de escombros de barricadas, la autoridad sobrepasada y la incertidumbre presente en todos los sectores de la sociedad auguran tiempos difíciles.
El Gobierno del Presidente Sebastián Piñera, que prometía un crecimiento de 3,5% en el producto interno de este año, ahora se resigna a un aumento de sólo 2%, porque en los próximos meses el país tendrá cifras negativas. El dólar se eleva a su cotización más alta desde marzo de 2003 y con ello se asoma el fantasma de la inflación. El turismo se paralizará y la inestabilidad económica alejará posibles proyectos de inversión.
Eduardo vuelve a tomar la palabra…
Vi en la calle que muchos estaban corriendo…Había una canción en un video de mi mamá en su celular. Y decían cosas de los carabineros y unos decían que se acabó la paciencia…
La educadora interviene y pregunta: “¿Qué podríamos hacer para que esto termine en paz?”
Lucy, tomar un vasito de agua…
Julia, con una canción… dibujando…
Silvia, bailando… cantando una canción.
Eduardo, que no encarcelen más a la gente.
Alex, es que ya se acabó Chile.
N de la E. El relato es veraz, el autor mantuvo en reserva el nombre del Jardín y los nombres de los niños fueron cambiados.
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