El presidente Sebastián Piñera suele equivocarse y apartarse de la realidad en sus periódicas intervenciones. Por eso provoca dudas, como en la entrevista del domingo último al diario La Tercera, donde afirmó que este nuevo año será mejor que el que ahora queda atrás.
“Estoy convencido de que el año 2020 va a ser mucho mejor que el año 2019 y, además, estoy convencido de que lo peor de esta crisis ya pasó y ahora tenemos que hacernos cargo de aprender las lecciones para construir un país mejor entre todos", dijo el mandatario.
¿Vendrá un año mejor que el que se va?
Todo indica que viviremos tiempos difíciles, con una economía estancada, descenso de las inversiones por la inseguridad del mercado y aumento explosivo del desempleo, después que en los primeros dos meses del estallido social 140.000 trabajadores perdieron sus fuentes laborales por “necesidades de la empresa”. Es posible, además, un rebrote de las manifestaciones en demanda de mayor igualdad en la distribución de la riqueza.
Si el mandatario cree que ya pasó lo peor del estallido que se inició el 18 de octubre, cualquiera pensaría que su convicción se basa en informes de inteligencia que, por su condición de secretos, no están al alcance de la opinión pública. Pero ya es un hecho de la causa que los servicios de inteligencia han fallado a lo largo de esta crisis y antes del estallido que no fueron capaces de prever.
El propio presidente reconoce en la entrevista que “nadie tiene una bola de cristal” y se pregunta, como muchos observadores “¿qué va a pasar el 6 y 7 de enero, cuando se tenga que desarrollar la prueba PSU? (Prueba de Selección Universitaria) ¿Qué va a pasar el 1 de marzo, cuando se reinicie en plenitud el año 2020?”
En vez de formular preguntas que aumentan la incertidumbre, como la leña que estimula la hoguera, sería digno de aplausos que el jefe del Estado tuviera respuestas y medidas en marcha para prevenir conflictos. No es admisible que deje el escenario a merced de los estudiantes, en enero y marzo, como sucedió cuando los escolares encendieron la chispa de las evasiones masivas del pasaje en el metro. Fue esa protesta juvenil la que se convirtió en una explosión, cuyas esquirlas todavía golpean a toda la sociedad con su secuela de manifestaciones multitudinarias, saqueos, violaciones a los derechos humanos y más de 25 muertos.
Al día siguiente de la publicación de esta entrevista, el presidente no llegó al Palacio de La Moneda, porque decidió tomarse unas breves vacaciones. Un episodio que se grabará en el libro de las anécdotas, como cuando el sábado 19 de octubre, horas después del estallido de la crisis, se ausentó de La Moneda y se dirigió a una pizzería del sector oriente de Santiago, para asistir al cumpleaños de su nieto.
Es cierto que el ciudadano Sebastián Piñera tiene derecho a equivocarse. El candidato presidencial también tiene ese derecho, como cuando anunció que “vienen tiempos mejores” o anunció que “se les acabó la fiesta a los delincuentes”. Pero el Primer Mandatario de la Nación no puede cometer errores con tanta frecuencia, como cuando afirmó que “estamos en guerra” contra un enemigo poderoso que no identificó y decretó el Estado de Emergencia en Santiago y otras regiones, sacando los militares a la calle.
Dos días después, el 21 de octubre, reconoció su error.
"Es verdad que los problemas se acumulaban desde hace muchas décadas y que los distintos gobiernos no fueron ni fuimos capaces de reconocer esta situación en toda su magnitud”, afirmó, atribuyendo esa falta de sensibilidad social también a los gobiernos anteriores.
“Reconozco y pido perdón por esta falta de visión", agregó.
No es la primera vez que Sebastián Piñera pide perdón a sus connacionales. Lo hizo en su primer gobierno, cuando fracasó “el mejor censo de la historia”. También lo hizo durante esa administración, en su mensaje ante el Congreso Pleno el 21 de mayo de 2012.
"Sé que hemos cometido errores y pido perdón por ellos", dijo entonces. "Estoy muy consciente de que nos falta mucho y hemos cometido errores, y nuevamente pido perdón por ellos", insistió, casi al terminar su alocución.
¿Cuál fue esa vez la intención del presidente?
Lo que buscaba, según algunos analistas, era dejar atrás esa imagen suya, insincera y poco creíble, que provoca en las encuestas de opinión un rechazo que ningún gobernante ha tenido. Desde entonces han transcurrido más de siete años y hoy, en la última encuesta Cadem, el apoyo al presidente llega sólo al 11% de la población mientras el rechazo a su gestión es del 80%.
Frente a este clima de inestabilidad social, económica e institucional, ¿podrá el país salir de esta crisis? El tiempo que viene estará marcado por un plebiscito (abril), elecciones municipales, de gobernadores y de constituyentes (octubre) y, por supuesto, el debate largo e intenso sobre la nueva Constitución.
Chile es como un avión, según la metáfora que empleó el analista político Patricio Navia, en declaraciones a la CNN. Y en este avión, la gente que va en los asientos de clase económica se rebeló contra los pasajeros que van en “business”, que reciben todas las exquisiteces y comodidades del vuelo.
“La tripulación también se peleó. El piloto cerró la puerta y dijo “aquí hay terroristas y estamos en guerra. La buena noticia es que las cuatro turbinas del avión están funcionando y por lo tanto no hay razón para que el avión se caiga”, dijo Navia.
“La mala noticia - advirtió - es que se están peleando todos dentro del avión y cualquier loco puede abrir una puerta y el avión se va a caer”.
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